Llenar, henchir el vacío. Recuperar el sabor de una competición que tiempo atrás estaba atomizada en cada una de sus estancias. Hablamos de la Primera División española. La máxima categoría del fútbol nacional, cada vez más bipolar, se encuentra vacua, ávida de emociones fuertes. Para ello, espera a un integrante procaz, que en estos momentos se encuentra en los extramuros de la categoría.

Pepe y sus pepadas. Mourinho y sus discursos impregnados de libertinaje, un batiburillo de mal gusto, lleno de elucubraciones que lo han covertido en un anacoreta frustrado. Pero no se alarmen. La intención de estas líneas no es proclamar las bufonadas que vemos por televisión ni los argumentos vodevilescos a los que asistimos estos días dentro de la vorágine de clásicos. Para esos análisis, ya están los asépticos periodistas que cubren la información de los dos grandes potentados del fútbol español.

Quizás es que Mourinho tenga miedo. ¿Por qué? Observa al Betis, sorteando todos los ribetes de una categoría más cercana a un sortilegio que al propio fútbol. Andan dolidos los verdiblancos. Muchos son los equipos sedicentes que aprovechando la ausencia del conjunto de las trece barras en su hábitat natural, para atribuirse la condición de históricos, de grandes del balompié nacional.

Pingües beneficios económicos. Así se observa el panorama cuando el Betis vuelva al lugar que le corresponde. Empero, nadie cae en la cuenta. Este galimatías en el que se ha convertido el fútbol español, con equipos que propugnan un fútbol rancio y carente de algún clac en las gradas, necesita una mutación de imagen. Estadios semivacíos, gradas desiertas de fulgor cada fin de semana, acto propio de aficiones temporeras, condición diferente a la preclaridad y la dignidad de la hinchada verdiblanca, ansiosa de salir de una vez por la gatera de este chiquero en el que año tras año se convierte la Segunda División.

Pero primero hay que limpiar la patena. La divisa es clara: “Partido a partido”. No vislumbra dudas Pepe Mel. Tras muchos años, el Betis se ha convertido en un equipo taimado, astuto, capaz de advertir cualquier entresijo en los partidos secundarios. Mientras la infantería heliopolitana se dedica a tachonar la fecha del posible ascenso, el discurso del técnico madrileño se retrotrae a esa racha negativa de cinco partidos consecutivos.

Así las cosas, la escuadra de La Palmera sigue a lo suyo. Aglutinando puntos en su alforja, mostrando esa prodigalidad del que gana los puntos por la inercia del campeón. Dominando todas las aristas de la Liga Adelante, el Betis espera el plácet defintivo, la certificación matemática para volver a esa Primera División ajada por humillaciones externas. Este Betis potenciario, futbolísticamente hablando, no quiere postergar más el abandonar el desolladero. Para ello, el discurso de aleja de cualquier cariz tramontano de algunos rivales (leáse Celta de Vigo).Llegará el ascenso. Luego el verano. Y será la hora de hacer análisis sesgados, asistiendo a esos rumores de fichajes que en ocasiones, adquieren carácter proceloso.

A pocas horas de la feria, la situación requiere otros argumentos. El equipo, con su coraza habitual, anda inmerso en escatimar sufrimiento a sus seguidores, consciente de la importancia de escamotear cualquier tipo de presión en los últimos choques de campeonato. No se atisba la felonía. Este equipo ya traicionó durante dos campañas a su parroquia en el útlimo momento. El Betis busca su sitio, ahormarse a la condición acorde a sus dotes. Con paso firme, convirtiendo en feraz una tierra áspera, quiere avenirse con su familia, con la Primera División. Atrás quedaron los tiempos de mansedumbre, en los que la saña y el furor eran coto privado a los intereses béticos. Mientras la plantilla se encuentra cada vez más cerca de jauja, la mesnada bética quiere hacer escarmenar a todas aquellas voces sevicias que creían en la muerte del Betis. El Betis salvífico se aproxima. Cuidado Mourinho: se acerca algo que se inyecta desde la infancia y que es más poderoso que Unicef. Se acerca “el **** amo” del fútbol español.