Quiero empezar este artículo dando las gracias a vosotros, los béticos, los verdaderos protagonistas de este ascenso. Un amigo me comentaba, "vuelve la mejor afición del mundo". Habéis conseguido que este humilde periodista llegado de la tierra del oro líquido se "embetice" y quede embrujado por los encantos de una hinchada especial, inigualable.

Así es el Betis, un club que enamora, un club fenomenal que va más allá de lo racional. Además de la psicóloga, tendría que haberse contratado a Iker Jiménez para que explique los misterios que envuelven al equipo de las 13 barras. Capaz de descender con más de 40 puntos y por un gol de diferencia. Capaz de ascender cinco horas después de perder en Tarragona ante el equipo del sepulturero Nogués, con un propio tanto y un penalti tonto. Como decía, así es el Betis, único en el mundo.

Como únicos sois todos vosotros. Guías espirituales de once discípulos y un mesías que predicó por el desierto de la Segunda con buen fútbol, paciencia zen y mucho criterio. Bienvenidos a la gloria. Bienvenidos a Primera. Dos años de infierno que bien han valido para purgar más de un pecado, herencia de una vida pasada que ya queda en el olvido. Pero este artículo no va dedicado a Condes ni empresarios. Va dedicado a vosotros, los béticos.

No hablemos de 15-J, pensemos solo en el 15-M, un día inolvidable para el Betis y para Rafael Gordillo. Parte de la familia verdiblanca se reunió en 'su' peña de San Pablo para vivir, sufrir y, finalmente, festejar el regreso. Tensión, pasión, buen ambiente, fraternidad y una paella con cierto aroma a Primera. Gracias por vuestra hospitalidad.

Contagiado de vuestra alegría, vi lágrimas verdiblancas de alivio, abrazos desconsolados y adrenalínicos. Mujeres, niños, bebés, ancianos... y hasta el pequeño de Tito González que en la placenta de su madre celebraba el mejor de los Alcorconazos. Un niño que cuando nazca será como su padre, de Primera. Aunque le cueste admitirlo, embuchado en su camiseta de Edú, tenía la misma ilusión que de pequeño. Como de Primera son todos mis amigos, Antonio, Fran, Juan Antonio, Peinado, Pepelu y otros muchos, que desde hace seis años me fueron enseñando los dogmas del beticismo.

Y quién no se "embetizaría" viendo los 20.000 fieles que recibieron entre vítores y cánticos a los héroes de Heliópolis. Emaná y su cabecita loca, Beñat y su sombrero, Cañitas y sus gafitas, Ezequiel y su pelucona. Si el equipo viajó desde Cataluña en un AVE de Primera, su llegada al templo fue en un autobús de Champions, escoltado por la guardia pretoriana verdiblanca que lo ha llevado y seguirá llevando a lo más alto.


Así es el Betis, un equipo de Primera con una afición de Primera.