Nunca una derrota fue tan dulce como la del Betis el pasado domingo en el Camp Nou. De hecho, si el fútbol entendiese de justicia, los verdiblancos no deberían haberse marchado de vacío del coliseo barcelonista, donde firmaron su mejor encuentro de la temporada, vendiendo extremadamente cara su derrota ante el mejor equipo de la historia. No en vano, los de Mel sólo hincaron la rodilla tras el cuarto gol culé, cuando jugaban con diez y la desventaja de dos tantos ya era insalvable.
Pero, hasta entonces, el conjunto heliopolitano jugó sin complejos, fiel a su estilo y, por momentos, mostrándose incluso superior a esa auténtica máquina de ganar títulos que viste de azulgrana. Basta recordar que nadie había batido a Valdés en su propia casa en esta Liga y que la escuadra de las trece barras lo consiguió hasta en dos ocasiones, llegando a igualar así un marcador que se puso 2-0 demasiado pronto. Y ocasiones hubo para que cayese algún ‘chicharro’ más. Lástima que la puntería fallara.
Por no hablar de la expulsión de Mario, que rompió el encuentro cuando, probablemente, más igualado estaba. Es probable que la cosa hubiese sido distinta si el último cuarto de hora hubiese sido un once contra once. Aunque darle vueltas a eso ya no sirva de nada. Lo mejor es quedarse con la imagen que dio el equipo y ser conscientes de que, jugando así, la permanencia está más que asegurada.
No obstante, como el Betis es experto en hacer añicos cualquier previsión, hay que seguir trabajando para hacerla realidad cuanto antes. Para empezar, buscando la victoria en un derbi que regresa tras tres años de ausencia y que, para más inri, se juega en casa. Opciones de lograrlo, todas las del mundo. Sobre todo porque, pese a lo que Marcelino anunciaba en verano, el Sevilla ya no es tan superior como en el pasado y, además, aunque lo fuese, en este tipo de partidos no hay lógica que valga.
Así, los de Mel tienen ante sí la mejor ocasión para seguir creciendo, asentarse aún más en la zona templada de la tabla y, de paso, dar un auténtico alegrón a su fiel infantería. De conseguirlo, prácticamente la mitad del objetivo estaría cubierto al final de la primera vuelta, lo que haría que desapareciesen casi todos los fantasmas. La oferta es demasiado atractiva como para dejarla escapar.
Por eso, el Villamarín debe ser una auténtica olla a presión el sábado, para que la fiesta del fútbol hispalense lo sea aún más para la parte de la ciudad que respira en verdiblanco. Porque el Betis llega al derbi en su momento de la temporada. Sólo queda que el equipo demuestre sobre el césped que lo expuesto durante las últimas jornadas no ha sido flor de un día, sino la tónica dominante en un equipo para el que, como quedó claro en el Camp Nou, no existen los imposibles.
J. Julián Fernández
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Un derbi para confirmar sensaciones
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