El miércoles, a eso de las 21:50 horas, Beñat marcaba de falta directa mucho más que un gol. Porque no sólo daba la victoria al Betis frente a su eterno rival en el Sánchez Pizjuán, sino que acercaba más que nunca un cambio de ciclo en el fútbol hispalense que, hasta hace relativamente poco, resultaba impensable. No en vano, el vasco dejó al Sevilla prácticamente sin opciones de jugar en Europa la próxima campaña, algo inaudito en la historia reciente del club. Además, colocaba a la escuadra de las trece barras por encima en la tabla.
Por primera vez en mucho tiempo, ni los de Nervión parecen tan grandes ni los de Heliópolis tan pequeñitos. Todo apunta a que, por fin, ha llegado la hora del relevo, de que el conjunto de La Palmera pueda luchar de ‘tú a tú’ con un vecino que ya ha dejado de ser ese equipo acostumbrado a ganar títulos, pasando a ser mucho más terrenal. El escenario es el ideal para conseguirlo, pero para ello hay que continuar trabajando.
De hecho, pese al alegrón que dio a su hinchada el triunfo en el coliseo blanquirrojo, este resultado no puede verse como un fin, sino como un medio para seguir creciendo, para aspirar a corto-medio plazo a objetivos mucho mayores. Se ha dado un paso importantísimo para confirmar que el Betis ha vuelto a la elite para quedarse y dar muchísima guerra, que cuando deja atrás los nervios y sus complejos, dedicándose exclusivamente a competir, puede plantar cara a cualquiera. Y eso obliga a exigirle aún más a los pupilos de Pepe Mel.
Ya no sólo porque a poco que hubiesen ido algo mejor las cosas en aquella pésima racha de un punto sobre 30 podríamos estar hablando de un probable regreso verdiblanco a competición europea. Sino también porque un conjunto que firma un partido como el del derbi no puede permitirse protagonizar ridículos como el de hace un par de semanas en Valencia. Ha quedado demostrado que el peor enemigo de este equipo no son los rivales, es él mismo, un detalle que hay que pulir de cara al futuro.
Únicamente de esta manera se puede encontrar la regularidad necesaria para llegar más lejos, viendo las cosas de mitad de la tabla hacia arriba, el sitio que este club merece por historia y afición. Todo lo que no sea mentalizarse de esto sería caer en el error de dormirse en los laureles de una medianía que esta temporada, en la que el objetivo era la permanencia, sí resulta aceptable, pero que, visto lo visto, debe ser insuficiente de aquí en adelante.
Es el momento de que en el Villamarín se feliciten por lo que han conseguido: encontrar definitivamente el rumbo de una entidad que llevaba años a la deriva. Pero también de ser ambiciosos y asumir el reto de dar otro pasito adelante, porque el camino no puede ni debe acabarse aquí, que toca seguir andando. Y es que en contra de lo que dijo Marcelino hace meses, Betis y Sevilla sí que pueden jugar en la misma Liga. Aunque desde Heliópolis debe también hacerse todo lo posible para dejar atrás al vecino y superarlo.
J. Julián Fernández
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