Pronto, demasiado, empieza este Betis a dar disgustos a su afición. Porque han hecho falta tan sólo dos jornadas de Liga para que salten todas las alarmas en el Villamarín, tras firmar un auténtico ridículo ante el Rayo Vallecano en el primer encuentro de la temporada en casa. Y es que el equipo tan sólo se pareció al que jugó en Bilbao en el de aquel tramo en el que los Leones remontaron.

Pero esta vez no hubo reacción, sino adormecimiento. Cierto es que los verdiblancos contestaron rápido al primer tanto franjirrojo, gracias a un Molina que parece obstinado en dejar de ser el segundo de a bordo de Rubén Castro. Pero, más allá de eso, la escuadra de las trece barras no dio señales de vida, con un encefalograma plano que preocupa demasiado en determinadas parcelas.

Por ejemplo, en la portería, donde los nervios de Fabricio son tan sorprendentes como, desgraciadamente, comunes. El canario no se parece ni por asomo a aquel guardameta que aportaba seguridad bajo los palos y que fue capaz de ganarle el puesto a su compañero Casto. Sale mal cada vez que tiene que hacerlo y se le ve demasiado impreciso para lo que requiere un puesto como el suyo. Así, sólo caben dos soluciones: o se espabila o se va directamente al banquillo, porque la competición, aunque acaba de arrancar, no entiende de más oportunidades de las que ya ha tenido.

Algo parecido ocurre en el lateral derecho, que se convierte en una auténtica autopista para cualquier extremo rival cuando lo defiende Javi Chica. El catalán sigue estando a años luz de lo que necesita el Betis para blindar esa zona. Puede que parte de culpa la tenga un Agra que tampoco es que se prodigue demasiado en ayudas defensivas, pero que el rendimiento del ex espanyolista está muy lejos de lo que se le exige, está fuera de toda duda. Lento, desubicado y siempre desbordado, crea más problemas de los que ataja, por lo que todo apunta a que sus días en el once inicial están contados. Sólo falta que Nelson sea capaz de mejorarlo.

Y arriba, no estaría de más que Mel se diese cuenta de una vez que a Pereira le sobran condiciones para ser un perfecto revulsivo, pero que noventa minutos se le hacen eternos. El gallego no es el sustituto natural de Rubén Castro, pese a que compartan estatura y la posibilidad de caer a banda. Campbell demostró en pocos minutos que está mejor que el vigués para sustituir al canario y, si no, también se encuentra un Pozuelo al que habría que darle alas para que siguiese creciendo.

Estas son las principales lecturas que deja en el Betis un partido en el que quedaron, aún más claros si cabe, todos sus defectos; en el que el equipo echó de menos a Iriney en la medular, ya fuera porque el rival jugase con cinco efectivos en la zona ancha o porque Cañas aún no esté a pleno rendimiento. Un choque que volvió a confirmar que los heliopolitanos se mueven al son que marca Beñat y que cuando el de Igorre desaparece también lo hacen las ideas del resto de sus compañeros. Ay como el vasco haga las maletas rumbo a otro sitio antes de que cierre el mercado…

Queda por saber qué podrán aportar los nuevos, Nosa y Perquis, y si Santa Cruz cumplirá su palabra y volverá al Villamarín pese a los cantos de sirena que le llegan desde Málaga y que le ofrecen jugar la Champions. Incluso, si los últimos movimientos de entradas y salidas depararán alguna sorpresa o refuerzo con el que no se contaba.

Estas dudas se resolverán a lo largo de los próximos días. Aunque ahora lo que mande es la certeza de que hay que mejorar muchísimo con lo que ya hay para remontar el vuelo y dejar atrás un ridículo con el que nadie contaba. Porque es vital que la escuadra de las trece barras vuelva por sus fueros y dé alegrías a una afición que el sábado abandonó su estadio soltando eso de: “pronto empezamos”. Ojalá sólo haya sido un aviso que, pese a la mala imagen y la pérdida de tres puntos, hiciese realmente falta.

J. Julián Fernández