Dice un amigo mío que lo que está pasando en el Betis hace que cada vez se reconozca menos en él. Este amigo ha sido de los de dar la cara, los de decirle las verdades a antiguos dirigentes a menos de dos metros, de los perseguidos por una radio que daba vergüenza a los béticos y era la oficial del Real Betis.

A mí su toque de atención no es que me haya sacudido, es más, lo comparto. Lo comparto porque lejos de ver los toros desde la barrera me siento responsable de haber contribuido, como él y otros miles de béticos, a cambios sustanciosos en el Betis. Y oir de sus palabras lo que yo temía es triste. Se resume en una frase simple... "los de arriba han perdido el contacto con el bético".

Tan duro como escueto. Como decía, lo que me sucede es que al ver tanto desatino me siento culpable, no huyo de las responsabilidades, como mi amigo, de haber estado a pié de calle diciendo que no a quienes abusaban del Betis. Y esa responsabilidad no es que tenga maniatados a muchos béticos, sino que entienden que el Betis es mucho más que una empresa cuando lo tratan sólo como una empresa, es mucho más que una familia cuando no lo tratan de forma familiar.

Ha faltado mucho tacto estos últimos meses. Gobernar una nave como la bética no es llevar un negocio cualquiera, somos y hemos sido siempre clientes de un sentimiento que quien lo comanda sabe de la fuerza de su monopolio. Por eso al bético le duele que traten mal a un canterano, o que no se tenga cuidado con sus símbolos, o en lo más profundo que no exista imaginación para, al final, no poder sacarse el abono después de décadas por falta de cintura e imaginación, dos cosas que en este Betis cada vez aparecen más oxidadas.

Desde este fin de semana no encontraba cómo hacer la recontracrónica, hoy me la ha brindado en bandeja uno de los más béticos que conozco. No por su entrega, que la tiene, ni por su humanidad, que la tiene, ni su corazón, enorme. Ni siquiera por su constante generosidad a todo lo que se llame Betis, sino simplemente porque tiene más razón que un santo.

Rectificar dicen que es de sabios, y muchos béticos quieren ver que ahí arriba haya movimientos que les hagan ver que no son simples números. Y todo desde una perspectiva que el dirigente bético debe entender como muy ingrata, que es que hacer las cosas bien es algo que debe ser cotidiano, que no existe más recompensa que la de hacer felices a los béticos. Ingrato por lo que a quien lo hace le toca, pero tremendamente dichoso si no se tiene en cuenta esta minucia.

La Recontracronica