La sala Q pasa ya a formar parte de la historia de esta pequeña y gran asociación porque allí se gestó uno de los movimientos, de la mano de su primer presidente, Ricardo Cabrera, que ha llevado a que el Betis haya tomado la delantera para poder desarbolar la situación dantesca que vivía y que tenía la misma pinta que nuestro querido y recién difunto Salamanca.
El Puesto de los Monos ha sido testigo de mil recuerdos, ha visto muchas lágrimas de béticos, tanto de rabia y tristeza como de esperanza y satisfacción. Allí empezaron a formarse las colas de los béticos que acción a acción, iban agrupando un número tan simbólico como determinante. Tan importante para todo ello el Señor Montoro, notario y bético, bético y notario, que daba fe de cada uno de los centenares de béticos que firmaban su conformidad y su esperanza en esas actas.
Del mismo Puesto de los Monos salió el grito desgarrado de Don Alfonso Jaramillo convocando a sus béticos, todos menores que él, y sólo unos años menor que nuestro Betis, a salir a la calle para defenderlo. Allí se gestaron muchas acciones imaginativas, tiesas, combativas, trabajadas, béticas.
PNB no necesita de estar en ningún sitio físico para cavar una trinchera y aguantar acometidas de quienes no quieren al Betis. Ni siquiera necesita estar en las entrañas del campo del Betis. De ahí que considere el gesto de que su próxima asamblea sea en la sala de prensa de nuestro estadio no sólo un acierto, sino un cúmulo de buenas nuevas.
PNB, será lo que es si hace lo que siempre ha hecho, y en el club lo saben, lo saben desde el mismo momento que una convocatoria de asamblea costeada por sus propios socios cambió el sino de nuestra historia reciente. Lo saben porque también han tenido que sentir el aguijón de estos béticos en forma de asamblea general cuando entienden que las cosas en el Betis no son como deberían.
Así que tener las puertas abiertas de su casa, para estos accionistas del Real Betis y socios de PNB, es algo mucho más importante que un privilegio, es una muestra de normalidad, donde aquellos destructores con lo único que acabaron es con una burbuja que trasformaba la realidad y que escondía, antes de explotar, un verdadero drama con una sangría de nuestros recursos que casi acaba en el mismo sitio que el Salamanca, en la desaparición.
Juan Carlos Pérez