Chica intentando robarle un balón a un jugador del Getafe C.F.El Betis protagonizó en el Alfonso Pérez de Getafe su peor encuentro de lo que llevamos de temporada, protagonizando una calamitosa primera parte apenas comparable a las de los dos derbis de la pasada campaña.

En ella, los verdiblancos ni quisieron, ni pudieron ni supieron cómo hacer frente a un conjunto azulón que, sin hacer nada del otro mundo, llegó a la primera media hora de juego con un 3-0 a favor en el luminoso.

No funcionó nada. Ni siquiera ese seguro bajo palos en el que se había convertido Guillermo Sara, que con fallos de bulto, como el que tuvo en el primer tanto local, se encargó de reabrir el debate en la portería.

Tampoco la pareja de centrales, Paulao y Amaya, que una vez más vieron cómo los laterales eran auténticos coladeros, pero, en esta ocasión, no supieron contrarrestarlo a base de contundencia y acierto.

También estuvo mal una medular demasiado estática y horizontal, en la que el experimento de Nosa en la izquierda no salió y donde Verdú continúa a años luz de su mejor versión. Con tal panorama, por mucho que luchase Molina daba igual, puesto que el de Alcoy se convirtió sólo en una pequeña isla entre un mar de camisetas azulonas.

Es más, por acumular fallos, los hubo hasta en el banquillo, donde, a juzgar por sus palabras, Mel actuó más como aficionado que como técnico. Porque el madrileño se indignó y avergonzó de la primera mitad de su equipo, pero se le olvidó que, al ser su entrenador, podría haber buscado soluciones justo en el momento, haciendo cambios que, sin saber por qué, no hizo hasta después del descanso.

Eso por no hablar de su insistencia con las rotaciones, que quizás las hace más por imposición moral que por lógica, sobre todo cuando se tiene en cuenta que tras el duelo en Getafe venía un parón.

Cierto es que con Cedrick sobre el campo (¿qué más tiene que hacer el congoleño para ser titular indiscutible?) el Betis reaccionó y hasta acortó distancias. Pero no hay que olvidar que la relajación azulona y la falta de acierto de Rafa en su despeje facilitaron la tarea de una mejoría tan efímera como inservible para siquiera ‘maquillar’ un partido que, sencillamente, fue para olvidar.

O, mejor dicho, para aprender lo que no hay que hacer. Porque estas dos semanas de parón habrá muchísimas cosas que hacer antes de que el calendario vuelva a apretar con otros siete partidos en 21 días.

Queda saber a qué juega este equipo que, de momento, no ha encontrado un patrón claro y al que le cuesta un mundo crear peligro.

Toca rezar para que Rubén Castro no tenga que pasar por el quirófano, pero también enchufar de una vez por todas a los Braian, Chuli, Verdú y compañía para que estén a la altura de lo que se necesita de ellos.

Hay que intentar hacer que las bandas no sean una autopista para los rivales y que la medular comience a ver espacios entre líneas que siguen existiendo, pero que no se atisban salvo en contadas ocasiones.

Llega la hora de coger el toro por los cuernos y hacer balance de un tramo de la competición donde la escuadra de las trece barras ha sacado a relucir más defectos que virtudes, ganándose un necesita mejorar que habrá que dejar atrás en la próxima evaluación. Para ello, no valen excusas, sino trabajar a tope y competir, algo que este equipo, hasta el momento, no ha hecho en algunos partidos, como el del pasado domingo, aunque en otros, como frente al Valencia o el Villarreal, sí.

J. Julián Fernández