Tangana entre béticos y rayistasTras 15 jornadas de Liga, la situación en Heliópolis es insostenible. El equipo se ha hecho en propiedad con un ‘farolillo rojo’ que, a tenor de lo que se ve sobre el césped, no parece capaz de abandonar.

Pasan los partidos y aunque las matemáticas dan cierto margen de tranquilidad, porque la salvación queda a tan solo tres puntos. Una distancia diabólica y engañosa, que da esperanzas de revertir la situación a corto plazo, pero que, por las sensaciones que desprende el nuevo proyecto verdiblanco, tiene pinta de que, en lugar de acortarse, irá creciendo semana a semana.

Mel está desbordado. Aunque en el banquillo de La Palmera ha podido hacer frente a anteriores crisis de juego y resultados, ahora no sabe por dónde meterle mano a un vestuario que está poco trabajado y sufre una espectacular falta de oficio y calidad ante la que prácticamente nada se puede hacer. De los nuevos, casi ninguno había demostrado por qué se había apostado por él desde la dirección deportiva. E, incluso, los pocos que habían hecho algo han empeorado su rendimiento a marchas forzadas.

Queda la opción del mercado invernal, pero todo el mundo es consciente que no siempre se encuentra a un Pabón que revolucione al equipo. Es más, se necesitan tantísimos refuerzos que no daría tiempo a firmarlos. Por no hablar de que en estas fechas los fichajes pocas veces aportan soluciones.

De eso parecen no haberse enterado en la planta noble del Villamarín, donde siguen tirando de hojas de cálculo creyendo que el fútbol es una ciencia exacta, dejando a un lado la única que existe en relación a este deporte: si no confeccionas una buena plantilla, lo lógico es pasar apuros e irte a Segunda.

Y, entre tanto, las semanas pasan, la situación se hace más dramática y nadie hace nada. Desde el consejo se sigue diciendo que hay confianza ciega en Mel, algo que nadie se cree. Primero, porque los resultados no acompañan y, además, porque siempre ha habido un cierto distanciamiento entre las diferentes esferas del club que ahora alcanza la categoría de auténtico cisma.

Por ello, esa defensa a ultranza del técnico, más allá del apoyo que sigue conservando de un importante sector de la afición, se basa en la inoperancia de unos dirigentes que no se esperaban esto, no saben cómo actuar y ni siquiera son capaces de encontrar alternativas de garantías.

Se continúan amparando en la labor de un Stosic que ni planificando con tiempo ha sido capaz de hacer un buen equipo, esperando que suene la flauta en enero y vengan dos o tres jugadores capaces de hacer que la pelotita entre y cambie por completo el decorado. No en vano, dicen que hay dinero, olvidando que los desembolsos no deben hacerse ahora que la necesidad aprieta, sino en verano.

Mientras, el tiempo y la competición continuarán avanzando de manera implacable, haciendo que los puntos se sigan escapando, llevando al Betis a ser aún más colista si cabe. El equipo está muerto y ni siquiera Mel parece capaz de poder resucitarlo esta vez. Si ni se le gana en casa a un rival directo acuciado por las bajas como el Rayo, ¿qué más tiene que pasar para que alguien desde el seno de la entidad haga por fin algo?

Pero nada, lo único que sale a la luz son cortinas de humo como los cursos para los ultras o las campañas de marketing para llenar el campo. Lo verdaderamente importante se va dejando a un lado, haciendo que el enfermo cada vez presente peor cara, hasta el punto de que ya no se sabe si está en la UCI o camino al tanatorio.

Queda tiempo, sí, pero si no se provoca un cambio de rumbo con urgencia el final está más que anunciado. Cuando llegue, allá por junio, habrá que lamentar un nuevo descenso en el que el conjunto verdiblanco se habrá muerto solito, aunque lo cierto es que entre todos lo mataron.


J. Julián Fernández