Incluso el mismo cuadro bético ante un rival de un nivel parecido, el Barcelona, lo hizo hace un par de meses en el Villamarín. Le mantuvo el pulso a los catalanes durante media hora e incluso tuvo arrestos para apretar un rato. Ahora ni eso. Esta vez nada de nada y es lógico el hartazgo de una afición que sigue siendo lo único de Primera en el Betis. Y es que ni los jugadores, ni el entrenador ni el consejo de administración está a la altura de la hinchada bética, que cada semana renueva su ilusión y que poco recibe a cambio.
A estas alturas la aportación de Garrido está más que demostrada. No sólo las matemáticas, con el 1 de 15 en puntos, sino las sensaciones y la falta de reacción del equipo acaban por juzgar el trabajo del valenciano. Un desastre. Sin entrar demasiado en comparaciones, el cambio de banquillo ha empeorado la situación de un Betis más alejado aún de los puestos de salvación. Con sus errores, era evidente que la destitución de Mel no solucionaba la crisis.
Cierto que responsable, los problemas del Betis no empiezan ni acaban con Garrido. Sería un error simplificar. Las carencias de una plantilla son claras. Una jornada más ofrece ejemplos. El error de Andersen en el gol de Bale o la aportación de muchos otros cada partido. Tanto los que juegan, como los que no lo hacen. A estas alturas cuesta reconocer a titulares de suplentes en el equipo.
Es indicativo que el mejor del Betis ante el Real Madrid fuera Leo Baptistao. El brasileño dejó detalles, a pesar de que Garrido continúa en su empeño por colocarlo en la banda derecha, lejos de la zona de gol. Deberá tener cuidado el técnico con no terminar aburriendo al jugador, ya no por su posición sino porque acabe contagiándose de otros futbolistas que le rodean.
Baptistao fue de lo poco salvable contra los madridistas. El resto flojo. Aunque especialmente preocupante es el nivel de Rubén Castro. Al canario, como por ejemplo Verdú, es de los futbolistas a los que se le debe exigir porque tiene capacidad para resolver y marcar diferencias. Sin embargo a día de hoy, se puede cuestionar incluso en su titularidad. El punta anda lejos del nivel que le hizo ser el mejor jugador verdiblanco en las tres últimas temporadas.
De otros muchos jugadores se espera mucho menos y eso es responsabilidad de los que dirigen el club. Lleva ya abierto el mercado invernal tres jornadas y sólo llegó un refuerzo. Está más que demostrado que la plantilla necesita fichajes y el tiempo va en contra del Betis. La inacción es casi peor que la equivocación en la situación actual. El agotar los plazos para incorporar jugadores recuerda otra épocas pasadas en las que se esperaba hasta el último segundo con el fax entrando a última hora.
En estos momentos ya lo de hacer cuentas es más un suplicio que cualquier otra cosa para el Betis. Lo que sí debe hacer es, al menos, competir contra los rivales y dignificar la imagen después de una temporada llena de despropósitos fuera y dentro de los terrenos de juego. La afición, de momento, es lo único de Primera esta temporada. El resto, un desastre.