El delantero del Real Betis celebrando su gol al VillarrealDignidad. Esa es la palabra clave en el Betis en las últimas semanas una vez que, aunque las matemáticas todavía no lo niegan, las opciones de permanencia son casi imposibles.

Una idea a la que apela en su discurso Gabi Calderón y con la que cumplió el cuadro verdiblanco en Villarreal.

Otra cuestión es si esa misma dignidad se puede aplicar a las actuaciones arbitrales que sufre el equipo.

Llueve sobre mojado. Si el Betis está abajo a estas alturas del campeonato es por sus propios méritos. Sin embargo, el machaque de los colegiados roza lo indigno en una Liga que se jacta de ser de las mejores. No tanto por premeditación, pero sí por comodidad hacia el débil. El caso es que los heliopolitanos se han tenido que acostumbrar a decisiones claves de los árbitros que acaban por determinar los partidos.

Menos escandaloso que frente al Athletic de Bilbao, pero sucedió otra vez en El Madrigal. Inexistente el penalti decretado de Chica sobre Uche, a pesar de la torpeza del lateral en la acción, el Betis reclama con razón una mano de Gabriel en el área del Villarreal. Para ser justos, también se antoja rigurosa la expulsión de Uche.
Algún punto más en partidos como el de Villareal o Athletic de Bilbao, por ser los más cercanos que no los únicos, hubieran mantenido con vida las esperanzas béticas de permanencia. Una circunstancia que, vista la mejora futbolística del Betis, habría hecho encarar las doce jornadas finales de otra manera. Ahora los 11 puntos respecto a la salvación son todo un mundo.

Al menos sí es constatable el cambio de los de Calderón. Una mejoría que se comprueba en la doble cita ante el Rubin Kazan y los duelos ligueros contra el Athletic y Villarreal.

En tierras castellonenses, a pesar de los temores previos ante el posible cansancio por el viaje a Rusia del jueves, el Betis respondió. Fue un equipo sólido y competitivo, que incluso pudo llevarse la victoria en el arreón final.

Se trata de esa dignidad en el campo, lo mínimo para que no se produzcan las humillaciones que en más de una ocasión padeció el equipo esta campaña. En eso algo tiene que ver Calderón. Tarde, más de uno se puede acordar del tiempo perdido con Juan Carlos Garrido, el argentino da la impresión de haber parado la caída y de empezar a dar con la tecla. Todo con la perspectiva y la medida justa.

Calderón, por ejemplo, se ha dado cuenta de que al Betis le sienta mejor jugar con tres centrales en Liga y repitió la fórmula en Villarreal. Apenas pasó apuros salvo algún tramo de la segunda mitad. Es verdad que esa táctica privó al equipo de llegar demasiado arriba, pero por algún lado tiene que empezar a vestir al equipo.

También fue alabable la manera en la que los verdiblancos reaccionaron tras el gol encajado. Otros partidos inicio de una hecatombe, esta vez dio un paso adelante y buscó el empate e incluso la victoria con las oportunidades finales, como las que disfrutaron Braian Rodríguez y N'Diaye.

El que acertó de pleno minutos antes fue Rubén Castro. Siempre un escalón por encima del resto, sumó un nuevo gol y la mejora del equipo va aparejada a su creciente aportación. Destacable el centro de Dídac en el gol también. El otro gran nombre propio, al margen de Cedrick que fue un quebradero de cabeza para las bandas amarillas, fue Antonio Adán.

Lo mismo que pudo ganar al final el partido el Betis, lo pudo perder. Allí surgió la mano del guardameta que demuestra la importancia de jugar con un portero de garantías. Un hecho que no se produjo durante gran parte de la campaña y que de nuevo recuerda el tiempo perdido.

El Betis, al menos, recupera la dignidad en las últimas semanas. Es el objetivo al que debe aspirar para cerrar de la mejor manera una temporada que, en cualquier caso, no deja de ser un despropósito.

No vendría mal que la dignidad también apareciera en las actuaciones arbitrales que viene padeciendo el cuadro verdiblanco.


Javier Carbonero