Jugada del partido entre Osasuna y Real BetisLa escuadra de las trece barras fue en El Sadar la noche y el día.

Tras un primer tiempo primoroso donde exhibió su, probablemente, mejor versión en lo que llevamos de temporada e incluso tuvo opciones de irse al descanso con el partido sentenciado, los verdiblancos dilapidaron el 0-2 que tenían a favor durante un segundo acto en el que pecaron de reservones, encajando tres goles a balón parado que, una vez más, dejan a Julio Velázquez al borde de la destitución.

De hecho, sólo le salva de ella la inoperancia de un consejo que, ya sea por desconocimiento o por confianza ciega, sigue optando por negar lo que ya es una evidencia: que el técnico salmantino es incapaz de liderar un proyecto destinado a pelear por el ascenso.

Porque aunque siga quedando un mundo, las matemáticas van dictando sentencia poco a poco. Sólo llevamos un cuarto de competición, pero este Betis no da la talla.

Está fuera de los puestos de ‘play off’, ha visto cómo han volado 16 de los 33 puntos que han estado en juego y sólo ha marcado un tanto más de los que ha recibido (16 a 15). Es más, ya ni siquiera vale el rol de talismán que tenía Rubén Castro, puesto que, a diferencia de lo que había sucedido hasta ahora, su gol en Pamplona no permitió sumar a un conjunto heliopolitano que continúa estando a años luz de lo que todo el mundo le exige.

Tanto es así que esta semana dio vida a un Osasuna que al descanso se veía con la soga al cuello, atisbando a un punto la zona de descenso, pero que 45 minutos después respiraba tranquilo, colocándose a apenas tres del conjunto de La Palmera.

Y eso que en tierras navarras nadie obvia que la temporada rojilla está siendo un auténtico desastre, todo lo contrario de lo que sucede en el Villamarín, donde se sigue apelando a una paciencia para la que ya no hay tiempo ni motivación. Sobre todo porque para ello la mejoría verdiblanca no sólo tendría que haber durado el doble, sino también haber venido acompañada de tres puntos.

Con ello no sólo se habría hecho aún más importante el triunfo cosechado contra el Recreativo, sino que también hubiese quedado confirmado que la escuadra de las trece barras comenzaba a estirar la cabeza en busca de los puestos de ascenso directo.

Pero una vez más, se volvió a remar mucho para acabar ahogado en la orilla. El propio conjunto verdiblanco se sobró y se bastó para complicarse la vida.

De nuevo apareció ese carácter esquizofrénico tan heliopolitano, protagonizado por un equipo que dio miedo al rival antes del descanso y que, al final, acabó provocándoselo a sí mismo. Un cuadro que lo tuvo todo hecho para ganar con más autoridad que nunca y que terminó cayendo de la misma manera trágica de siempre.

Otro desastre más para la colección de un club que se las prometía muy felices esta temporada y que continúa sin estar a la altura de la historia, masa social e institución que representa.

Cierto es que queda tiempo suficiente para arreglar este desaguisado, máxime cuando la categoría es tan mala que ni haciéndolo mal los puestos de privilegio se alejan demasiado.

Aunque queda claro que urge hacer cambios. Empezando por el banquillo, donde a Velázquez se le ha agotado el poco crédito que le quedaba.

Lo visto en El Sadar vuelve a confirmar que el cargo le viene enorme, lo mismo que la camiseta a muchos jugadores. Al menos, ellos tienen la excusa de que brillaron durante 45 minutos, pese a que, a estas alturas, ya no valgan las medias tintas, sino la necesidad de sacar a relucir todo el potencial de un bloque que para muchos sigue siendo el mejor de Segunda, pero que cada día se aleja más de la épica para convertir la temporada en una novela negra en la que prácticamente nunca se ve al ‘Doctor Betis’, mientras que no paran de comprobarse los estragos que provocan las continuas apariciones de su odioso Míster Hyde.

J. Julián Fernández