Sinceramente, nunca he terminado de entender la vinculación de los equipos de fútbol con la Iglesia Católica. Siempre se me han hecho extrañas las imágenes de jugadores y técnicos, algunos de ellos fieles de religiones distintas a la católica, pidiendo por el buen desarrollo de una temporada o agradeciendo los éxitos logrados ante imágenes de vírgenes y cristos. Sé que son tradiciones enraizadas en la historia ya centenaria de nuestro fútbol pero, no sé, no termina de cuadrarme en la sociedad actual.
Sin embargo, la figura del padre Martín Sarmiento era, como casi todo en el Betis, peculiar y distintiva. Tanto por el hecho en sí mismo de integrar a un capellán en la estructura de la entidad, cargo que ejercía en todo tipo de celebraciones, conmemoraciones o inauguraciones; como por la propia personalidad de Don Ángel, nacido en Aragón pero sevillanizado desde 1957 y, como él mismo se definía, bético hasta las cachas.
No le conocí personalmente, pero recuerdo a la perfección sus rezos convencidos y convincentes cuando se guardaba un minuto de silencio por algún fallecido en las previas de los partidos, o su imagen cercana y bonachona. Sí conozco a muchos que le trataron con frecuencia y todo el mundo cuenta cosas buenas de su tarea, tanto en el Betis como, aún más importante, en la formación de alumnos y personas en el colegio Claret.
Como reza el dicho, “por sus obras les conoceréis”. Y las de Martín Sarmiento hablaban alto y claro de su beticismo. En mayo, cuando el Betis le dio a tiempo un merecido homenaje, el propio club explicó que Sarmiento sacaba cuatro abonos de socio cada temporada, ninguno para él. “Los tengo porque cuando alguien me hace un favor, no hay mejor manera de agradecérselo que invitándolo a ver un partido del Betis”, relató entonces el sacerdote.
En otra anécdota que le define, el capellán bético replicó en una carta al director en el diario ABC al columnista Antonio Burgos, que se había preguntado en un artículo si Dios era bético. Martín Sarmiento no se atrevió, lógicamente, a negar o afirmar nada al respecto pero sí aseguró que “el Real Betis lo es todo a la vez: es él mismo y su contrario; es tan previsible como imprevisible”, acuñando así una muy atinada definición del equipo de nuestros amores.
Martín Sarmiento, hombre culto e ilustrado, forjó un lema que bien define cómo debería ser el bético cabal: “Ante las dificultades, fortaleza. Ante las alegrías, humildad… Y siempre confianza”. Unas palabras que deberíamos tener presentes los aficionados al Real Betis siempre, pero especialmente en estos momentos de zozobra y apuros deportivos e institucionales.
Más allá de su responsabilidad espiritual en el Betis, con la muerte de Ángel Martín Sarmiento los béticos perdemos un referente de nuestra historia reciente, uno de esos aficionados que no lo son desde la cuna, sino de adopción y por convencimiento, con todo el mérito añadido que eso supone.
Ahora, desde el cuarto anillo, su recuerdo debe seguir inspirando y reforzando nuestro sentimiento. Que su memoria perviva y se convierta en auténtico sarmiento bético.
Descanse en paz.
@danielgilperez
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