Pero mi decisión de refugiarme en una sala de cine no fue algo espontáneo. Estaba premeditada y planificada con un único propósito, evitarme el mal rato que paso, cada vez más, viendo al Betis.
Siempre me ha ocurrido, aunque se agudiza con el tiempo. Normalmente veo completos los noventa minutos pero los encuentros de mi equipo me sitúan en un estado de ánimo de ansiedad y angustia notables, sentimientos que se van intensificando conforme avanza el cronómetro y se mantiene ajustado el marcador. En los últimos instantes, si el resultado no está claro, me tengo que levantar y dar paseos por el pasillo, o asomarme al balcón en busca de desahogo en caso de jugadas peligrosas, ya sea a favor o en contra.
Puedo resultar cobarde, pero es una sensación incontrolable que se agudiza en caso de derby, cuando desde el inicio del partido ya me pongo en lo peor y empiezo a imaginar las dolorosas consecuencias de una posible derrota. Evidentemente, mi comportamiento denota falta de confianza en el equipo, aunque son muchos los disgustos acumulados que me justifican. Y, en caso de equivocarme, más grande es la alegría que me llevo, sin duda.
Mi tío Andrés, con el que asistí a la final de Copa del 97 en el Bernabéu, siempre se mofa de mí diciendo que no sabe para que fui a ver aquel partido, si cada vez que nos atacaba el Barça me tapaba la cara con la bufanda. En casa, en muchas ocasiones, me descubro con el cojín entre las manos, preparado para ponérmelo por delante y evitarme ver un gol en contra.
Al final, resulta casi imposible abstraerse y el sábado me pasé toda la película pendiente de los avisos de mensajes en el móvil, esperando el que llegó pasadas las 21.15, anunciando el gol de Molina que allanaba al camino para una victoria balsámica y tan necesitada.
Ya a la salida, confirmé el resultado y empecé a buscar detalles del desarrollo del partido en internet, a través de las distintas redes sociales. Me consoló descubrir que el Betis había mostrado una buena imagen, que el nivel de compromiso e intensidad de los jugadores había sido notable y que, además, el estadio había registrado una buena entrada. Actitud, aptitud y sintonía con la grada, una receta más que adecuada para el ascenso y que se había echado de menos en semanas anteriores.
Ojalá la tónica se mantenga en las próximas jornadas y podamos encarrilar el camino del equipo hacía el regreso a Primera. Y si para lograrlo tengo que repetir la fórmula, no hay problema. Quien dice película, dice paseo con las niñas por el parque o visita a casa de la suegra. Mataré dos pájaros de un tiro. Mi equipo logrará los tres puntos y yo me evitaré los malos ratos porque, como Mel, pienso que hay que ascender de forma directa, porque mi corazón no está como para jugar un play-off.
@danielgilperez
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