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ID:	6575405Todo el mundo coincide al decir que la Segunda división es una categoría imprevisible, donde cualquier cosa puede suceder.

Sin embargo, lo que sí está claro es que si un equipo no corre más que el rival, salvo milagro, siempre será incapaz de llevarse los tres puntos. Y de eso pareció olvidarse el Betis en su visita al Mirandés, en la que el equipo, pese a tener a tiro el coliderato, vagó sobre el césped como alma en pena, sin ideas ni profundidad, sumando un triste empate que supo a casi nada para la fiel infantería verdiblanca.

Se notó, y de qué manera, la ausencia de un Jorge Molina que hoy por hoy tiene una importancia capital en las filas heliopolitanas. El alcoyano no sólo juega y marca, sino que también desatasca el ataque de un conjunto que sigue mostrando un encefalograma plano en la medular. Sobre todo, porque Ceballos, único que parece tener el criterio suficiente para ejercer como ‘timonel’ en la parcela ancha, está a años luz de su mejor versión, pero también porque Pepe Mel continúa empecinándose en usarle a él y a Portillo como falsos interiores sin caer en la cuenta de que, salvo por su reformulación a modo de mediapuntas ante el Girona, ese experimento jamás ha funcionado.

A eso hay que unirle el pésimo momento que vive Rubén Castro, a quien han hecho mella los 395 minutos que lleva ya sin marcar. De hecho, en Anduva el canario ni siquiera tiró a puerta, dedicándose a trabajar para su compañero Rennella con más intención que éxito. Además, N’Diaye perdió con el balón en los pies casi todos los aciertos que tuvo gracias a su corpulencia y la presión, al tiempo que Cejudo, que se vio obligado a ejercer como improvisado lateral derecho en sustitución de Molinero, pagó carísima su reubicación, firmando su peor partido como bético.

Para colmo de males, Bruno fue expulsado y no estará en la final de la próxima jornada ante el Valladolid, un adversario que exigirá muchísimo más a un conjunto verdiblanco que pese a terminar la semana a la misma distancia del ascenso directo, apenas dos puntos, tiene peores sensaciones que hace siete días, tanto por el juego desplegado en Miranda de Ebro como por ver cómo tiene a todos sus rivales directos por encima.

Ante esta situación, se hace aún más perentorio si cabe ganar los dos próximos partidos, que medirán a la escuadra de las trece barras con el segundo y el primero de la tabla, Las Palmas, de manera consecutiva. Frente a ellos, todo lo que no sea lograr un pleno de puntos servirá de poco, ya que a estas alturas es obligatorio dar un golpe encima de la mesa que demuestre que el principal favorito para subir no lo es sólo por nombre e historia, sino también por méritos propios.

Para ello será necesario correr, morder, pelear y apretar muchísimo más que el adversario. Está en juego seguir en el ‘infierno’ o volver al sitio natural de una entidad que se esfuerza por abandonar la deriva en la que se instaló hace tiempo, pero que continúa dando bandazos sobre el campo que obligan a seguir tirando de calculadoras y cuentas. Porque es cierto que no se pierde desde hace 13 jornadas, pero también es verdad que todo lo que no sea aumentar esa estadística a base de victorias apenas resulta útil. No vale la media inglesa de ganar en casa y empatar fuera, sino recitar cada fin de semana la tabla del tres como si se estuviese de nuevo en la escuela.

Y nada de eso puede conseguirse sin competir, dejando sobre el césped hasta la última gota de sudor en cada partido. Nadie dijo que fuese a ser fácil el camino de vuelta a Primera, pero tampoco es cuestión de complicarlo aún más por no dar la talla en estadios que no tienen el glamour de otros, pero donde sí se juegan de verdad los ascensos. Porque ningún equipo gana jamás con la gorra, y menos aún un Betis que a lo largo de su historia siempre ha estado acostumbrado a sufrir.