Pasó en Alcorcón, en Soria frente al Numancia, en Albacete y ahora contra el Mirandés. De por medio, el Betis visitante firmó el meritorio triunfo contra el Sporting de Gijón.
Puestos a hilar fino, incluso se podría calificar la cita en Miranda de Ebro como la peor de todas. Posiblemente. El caso es que el Betis no sólo casi no tiró a puerta en los noventa minutos, sino que incluso acabó aculado atrás el partido y bien pudo perder. Todo frente a un rival voluntarioso y organizado, pero limitado futbolísticamente que fue diseñado en verano para jugar en Segunda B.
No debe ser excusa la extraña semana vivida en el Betis o las peculiares características del terreno de juego de Anduva. A todo eso se debió sobreponer el equipo, ya que, más allá de debates sobre si es la mejor plantilla de la categoría o no, los mimbres futbolísticos verdiblancos son infinitamente mejores que los del Mirandés. Debió de darle para ganar, pero no lo hizo y ni siquiera lo mereció.
Uno de los problemas de este equipo es la indefinición para este tipo de partidos, aquellos que se disputan lejos del Villamarín y ante rivales que no pelean por estar arriba en el clasificación. Este Betis no termina de ser ni un equipo agresivo e intenso que asfixie a los rivales, ni tampoco un equipo que domine la pelota y desde la técnica gane. En casa se acusa menos esta indefinición.
Mel no consigue darle al Betis el plus que se le presuponía cuando fue contratado. Después de un arranque prometedor, el equipo ha perdido pulso y los números del técnico madrileño con respecto a su antecesores tampoco son mejores. Incluso en el capítulo de sensaciones, en partidos como los del Mirandés el equipo recordó viejos problemas tanto de aptitud como de actitud.
Los verdiblancos siguen dando la impresión de que dependen de lo que haga Rubén Castro para resolver los partidos. No hay muchas más alternativas y si el canario no está bien, que no lo está, el equipo lo nota. Si además Jorge Molina -el jugador más en forma del Betis- no juega, como sucedió contra el Mirandés, las complicaciones son mayores para imponerse.
También se echó en falta el rendimiento de jugadores importantes. Algunos que fueron contratados en verano para ser pilares de la plantilla heliopolitana, como N'Diaye o Cejudo, siguen sin aportar. Otros que sí han rendido esta campaña, como Rennella o Dani Ceballos, también firmaron un partido gris. Si acaso algún detalle de Portillo, que corre el peligro de contagiarse del mal momento generalizado y diluirse.
El Betis desaprovechó una oportunidad de dar un golpe en la mesa y colocarse como colíder, justo antes de los duelos directos ante Valladolid y Las Palmas. Con todo y dentro del horrible partido que los de Mel firmaron en Miranda de Ebro, la clasificación sigue muy apretada y los verdiblancos tienen en su mano el ascenso. Claro que para ello no puede permitirse seguir siendo un equipo sin alma fuera de casa.