Ahora, y aquí por escrito, no me atrevo a repetirlas, claro está. Pero en el momento, en caliente, aún creo que me quedé corto para expresar todo lo abochornado y ofendido que me sentía con lo que estaba viendo en la televisión, con el partidito que me estaba dando, una vez más, mi Betis.
Luego, el domingo por la tarde, visto el resto de los resultados, experimenté algo de alivio, pues la enorme caraja que sufrieron los nuestros ante el Leganés parecía haberse contagiado al resto de rivales por el ascenso, que no pasaron de la derrota o, en el mejor de los casos, el empate. Pero también me inundaban la frustración y la rabia por la ocasión perdida de dejar casi sentenciada la temporada, pudiendo haber acumulado cinco puntos de ventaja sobre el tercer clasificado. Cada vez que lo pienso, vuelven a mi boca muchos de esos exabruptos que me surgían a borbotones una vez concluido el esperpento del sábado.
La conclusión más serena, pasadas las horas, es que el hecho de que el Betis siga esta semana en lo más alto de la tabla de Segunda División es un mérito más que inmerecido para futbolistas y técnico, pura casualidad, y supone poco más que un consuelo para los béticos, que nos las prometíamos más que felices tras los magníficos resultados ante Valladolid y Las Palmas.
Pero, ¿qué cambió en seis días? ¿cómo es posible empeoramiento tan radical, sin apenas cambios en alineación o planteamiento? El Betis, el domingo ante el Leganés, fue incapaz no ya de mandar en el partido, sino ni siquiera de controlarlo o reaccionar tras el primer revés. El equipo rival nos dio un auténtico baño de buen fútbol, velocidad y concentración, incluso con uno menos. Una de las grandes virtudes de esta racha de 15 partidos invicto, la solidez defensiva y en el centro del campo, desapareció como por arte de magia y los futbolistas corrían por el campo desorientados, sin rumbo ni propósito aparente.
He leído estos días que el partido de Las Palmas se trabajó en la ciudad deportiva durante cuatro días, algunos de ellos con sesión doble, mientras que la semana pasada apenas hubo tres entrenamientos para afrontar el duelo contra el modestísimo equipo madrileño. No sé si es así, no he echado cuentas. Me niego a creer que hayamos sufrido tanto exceso de confianza, aunque tampoco me extrañaría demasiado. El objetivo necesario, el único posible, no está conseguido ni mucho menos y aún habrá que sudar mucha tinta para lograrlo. Es algo que los jugadores deberían tener presente como yo tengo algunos aspectos de mi trabajo: 24 de 24 horas, siete de siete días por semana.
Al final, resulta que el Betis sigue en cabeza. Pero se trata de un liderato sin liderazgo, sin mando, control ni carácter. Vuelve la mula al trigo. Con aptitud de sobra pero con evidentes carencias de actitud. Y así, queridos futbolistas béticos, no vamos a ningún sitio. Y quedar terceros, pase lo que pase en un hipotético play-off, será un fracaso en toda regla y nos generará un sufrimiento y una angustia completamente insoportables.
Seamos positivos para concluir. Seguimos arriba y a tiempo de lograr el necesario regreso a la élite. La debacle del sábado tiene enseñanzas claras y muy ilustrativas, que deberían reflejarse en el desempeño del equipo el próximo sábado en el Colombino. La duda ahora es: ¿Aprenderemos la lección? Tratándose del Real Betis, tengo mis serias dudas. Toca sufrir hasta el final.
@danielgilperez
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