Así, el ascenso parece tan inevitable como inminente, pese a que también vendrá acompañado de su correspondiente dosis de sufrimiento. Sin ir más lejos, frente al Alavés el equipo tuvo que hacerlo en la recta final, cuando cedió al empuje local y se echó descaradamente atrás, dejando tiempo y espacio a los blanquiazules para que éstos supiesen cómo crear peligro. Y aunque apretaron de lo lindo, la suerte del campeón ayudó a que no se escaparan tres puntos que dejan un poquito más cerca el objetivo de subir.
Cierto es que, sin quitarle mérito a los vascos, fue el propio Betis el que se bastó y se sobró para complicarse la vida. Amparado en su espectacular pegada (dos goles, un balón al larguero y un despeje de Goitia es el resumen de los cuatro tiros verdiblancos entre los tres palos), el equipo se desconectó cada vez que hizo un gol. Sabía que sólo le hacía falta llegar a la meta contraria, agitar el árbol y recoger los frutos, pero en cuanto lo hacía una vez empezaba a hacer la digestión y quedaba anestesiado. Pasó tras el 0-1 de Molina y también después del 0-2 de Rubén Castro, cuando las urgencias vitorianas por marcar quedando cada vez menos tiempo y la moral que dio el gol de Toti provocaron un temporal que se pudo capear con una defensa de cinco.
Entre medias, quedó claro una vez más que Ceballos es indispensable. Mel lo reservó de salida por precaución y eligió a la pareja Xavi Torres-N'Diaye para un doble pivote tremendamente físico, pero que falló en la creación y se vio desbordado en la contención, al no recibir ayudas de los de arriba. El utrerano ayudó a paliar esa carencia, cubriendo muchísimos metros y haciendo que sus compañeros diesen un paso al frente que decantó la balanza del lado heliopolitano, algo que también fue posible gracias a las intervenciones de un Adán que, de nuevo, estuvo acertadísimo bajo palos.
De este modo, se fue cocinando una victoria que sirve a Mel para lograr su récord liguero como bético (cinco seguidas), el de la propia temporada (se superan las cuatro de Merino) y que permite igualar la mejor marca como visitante del club en toda su historia (12 desplazamientos consecutivos sin caer, con un saldo de 26 puntos). Pero, sobre todo, la importancia de este triunfo radica en que la escuadra de las trece barras se queda un pasito más cerca de Primera, viendo el final del camino a tiro de piedra. Para alcanzarlo basta con seguir igual, y no habría nada mejor para conseguirlo que volver a ganar el próximo sábado, esta vez, al Llagostera.