Esa es la sensación con la que muchos béticos volvieron a casa el pasado sábado, tras ver cómo la escuadra de las trece barras sufría un pequeño frenazo en su imperial caminar hacia la máxima categoría, firmando un justo empate a dos frente al sorprendente Llagostera, quien unido a las victorias del resto de rivales directos dejó menos mullido el colchón verdiblanco.
Tanto es así que el segundo, el Girona, queda a cuatro (más el ‘goal average’) y el tercero, el Sporting, a seis. Sea como fuere, a los pupilos de Pepe Mel les siguen saliendo las cuentas y con tres victorias más de aquí a que acabe la Liga, incluyendo una en la última jornada contra los asturianos, conseguirían matemáticamente el ascenso. No obstante, el choque de esta jornada ante la gran revelación de Segunda dejó bien claro que la travesía por el ‘desierto’ no acabará con final feliz si los de La Palmera no sudan y corren más que el rival, demostrando sobre el césped que, como todo el mundo piensa, son, de largo, el mejor equipo de la Categoría de Plata.
Y frente al Llagostera el Betis no lo fue. Porque tuvo el balón y hasta controló el ritmo al que se debía jugar el partido, pero ni supo qué hacer con la bola ni cómo difuminar la temblera de su defensa, que volvió a cometer demasiadas imprecisiones. Mientras los azulgranas colocaban a hasta nueve futbolistas formando una muralla prácticamente infranqueable, creando muchísimos problemas con rápidas salidas al contragolpe, sobre todo por el carril de un Casado que resucitó las dudas que había en torno a él, la escuadra de las trece barras se desesperó hasta el descanso, reaccionando justo después, cuando se vio por debajo en el marcador y tiró de testiculina.
Fue entonces cuando apareció en escena la puntería de Rubén Castro, con un doblete que puso todo de cara y que incluso pudo estar acompañado de algún gol más por parte de Jorge Molina (geniales sus dos intentos de espuela), Ceballos o Xavi Torres. Pero el esférico no quiso volver a entrar en la meta catalana y sí en la heliopolitana, donde Adán poco pudo hacer para evitar el golazo de Tito, que equilibraba de nuevo la balanza y hacía justicia en el marcador.
No en vano, aunque haya quien aluda a ese larguero en el último instante a favor del Betis o a la pésima actuación de Areces Franco (se equivocó gravemente al no anular el primer tanto visitante por fuera de juego y no pitar un claro penalti por mano de Alcalá) para decir que el resultado no estuvo acorde con los méritos de ambos equipos, lo cierto es que el Llagostera supo explotar al máximo su limitados recursos mientras los heliopolitanos no supieron bien cómo sacar partido a su innegable supremacía.
Así, por primera vez en mucho tiempo, han sido ellos los que han visto cómo las cosas les salían peor que al resto de sus rivales directos, que siguen por detrás, aunque un poquito más cerca. En cualquier caso, esta semana habrá otra oportunidad para volver a poner tierra de por medio, con la visita a un Mallorca al que no cabe otra que ganar para dejar las cuentas a un lado y demostrar que, a fin de cuentas, lo del pasado sábado fue sólo un pequeño frenazo.