Algo a lo que se ha acostumbrado la escuadra de las trece barras, cuya superioridad sobre el resto es tan clara que es capaz de golear sin jugar bien. Le basta con la pegada de los de arriba, en permanente estado de gracia y que necesitan muy poco para ver puerta. No en vano, Rubén Castro, que firmó un doblete, ya ha dejado atrás a Paquirri en el 'Olimpo' heliopolitano y, además, a sí mismo, mejorando a su mejor versión liguera. Mientras, Jorge Molina volvió a demostrar que su puntería está en disposición de darle muchas alegrías a la grada. Incluso, Molinero se sumó a la fiesta con su primer tanto como verdiblanco, recibiendo así el justo premio a una recta final de temporada en la que está yendo a más. Igual que un N'Diaye que no 'mojó', pero que probablemente jugó su mejor encuentro desde que arribó a La Palmera.
Con todo ello, el Betis fue capaz de derrumbar un disciplinado y correoso muro lucense que se hizo con el control del partido durante el primer acto, impidiendo que la 'sala de máquinas' local encontrase líneas de pase a partir de las que crear peligro. Pero, aún así, los de Mel se fueron con un 2-1 a favor al descanso. Y tras él, un arreón de 15 minutos le bastó para sentenciar, contemporizando a partir de ahí y reservando fuerzas, aunque dando también tiempo a Rennella para que pusiese fin en la prolongación a una sequía que duraba ya una vuelta entera.
De este modo, se certificó un 5-1 que sabe a gloria en Heliópolis y que, además, permite soñar con que, una vez más, El Sardinero sea el escenario de una fiesta en verdiblanco, como lo fue en abril de 1935, ganando allí la Liga, o también en junio de 2007, con aquellos dos goles de Edu que evitaron un descenso a Segunda. Ahora, una victoria podría devolver a la escuadra de las trece barras a su sitio natural si 24 horas antes el Girona pierde frente al Alavés. Si eso no ocurriese, Cantabria sería la penúltima estación del retorno a la elite, puesto que de vencer allí y hacerlo el próximo domingo ante el Alcorcón, el equipo sería de Primera sin necesidad de mirar lo que hace el resto.
Así, no es de extrañar que el beticismo como loco, esperando que el campo del Racing sea más mítico si cabe dentro de unos días, o imaginando un nuevo ascenso en casa 25 años después, como aquel de la 89/90, con Mel como héroe sobre el césped, frente al Sabadell. Todo porque la espera se hace demasiado larga aunque la distancia respecto a la máxima categoría es cada vez más corta. Pero es que esta afición que tantísimo ha sufrido en el último año y medio cuenta los días para ver de nuevo a la escuadra de las trece barras en el lugar que jamás debió abandonar. Porque es casi imposible no tener prisas cuando se tiene ya un pie en el cielo.