Sin intensidad ni ambición, metidos atrás y faltos de ideas en ataque, los verdiblancos estuvieron a merced de los canarios, quienes, por su falta de puntería, sólo pudieron decantar la balanza a su favor en el último suspiro. Con ello, se rompía la espectacular racha heliopolitana lejos del Villamarín, justo cuando se ofreció fuera la misma imagen que se ha exhibido desde hace meses en La Palmera.
Gran parte de culpa la tuvo la ausencia de Dani Ceballos, quien se perdió el partido por sanción, devolviendo a la 'sala de máquinas' bética ese encefalograma plano que parecía haber abandonado últimamente. También se echó en falta la contundencia de N'Diaye en la resta, pese a que Petros, de nuevo, volvió a multiplicarse para contener al rival. Incluso, la figura de un Bruno que dejó su puesto en el once a Figueras, que salió en la foto del gol, dejando bien claro por qué no juega.
Pero más allá de eso, o las críticas que se podrían hacer también a Piccini, Xavi Torres, Vargas, Cejudo o Joaquín, el principal problema verdiblanco en Las Palmas fue que el equipo salió a verlas venir, pensando más en el derbi que en el rival que tenía enfrente, olvidando que los tres puntos que estaban en juego en las islas tienen, en términos clasificatorios, la misma importancia de los que se querrán sumar ante el eterno rival.
Aunque, claro, ¿cómo van a fajarse los jugadores si su técnico daba por bueno el empate en casa del colista? Porque en sólo seis meses y medio, Pepe Mel ha pasado de pedir exigencia a la grada a asustarse cuando ésta aparece en escena, limitándose a decir que él está cumpliendo con los mínimos establecidos desde la directiva. Como si así fuese posible crecer a medio plazo.
Con todo ello, en Gran Canaria el Betis dio un paso atrás que va más allá de un resultado negativo. De nuevo, ha quedado confirmado que el entrenador sigue pecando de conformista. Justifica derrotas sacando a relucir su complejo de cabeza visible de un equipo pequeño, dando por bueno un punto cuando se tiene delante al último clasificado. Así, salvo que suene la flauta por sorpresa, que todo el mundo se olvide de algo más que la permanencia.
Porque aunque Mel siga siendo el mejor técnico posible para el conjunto verdiblanco, no puede tener una bula amparada más sus méritos pasados que presentes. Ha de asumir que se le debe exigir igual que al resto de estamentos del club, obrando en consecuencia y apretando las clavijas a un plantel obligado a dar la cara frente a cualquier rival y en cualquier campo. Porque debe ser la competición quien dicte sentencia, no los miedos de un preparador al que parece darle vértigo estar de nuevo en Primera.