Ni una final, era simplemente otro partido histórico, la antesala perfecta para que un jugador pudiese convertirse en esa intrahistoria que son los derbis, donde todos nos acordamos de los beñatazos, o de los cortes de manga, o de tal o cual jugador porque metió tal o cual gol, igual que también tenemos ese reflujo ácido de las derrotas dolorosas.
Pero no pasó nada de eso, botó la grada como nunca pero el derbi fue de los de siempre, bronco y a cara de perro, con la tensión y la bulla típica de estos partidos, feos para el aficionado, taquicárdico para cualquier seguidor bético o del otro lado de la ciudad del Betis.
Votó también el Betis, como dicen los periodistas, en una asamblea aburrida, sin chicha. Y reflexionando sobre eso me gusta no ser noticia en este aspecto. Ojalá se aclare de una vez todo el embrollo en el que nos metió el mesianismo de un señor y que hace que el Betis no acabe de estar liberado de los juzgados.
Para el Betis hoy es la jornada de reflexión, el comienzo de lo que nos queda de liga, con una nueva pirueta en la copa, con un mercado invernal que puede ayudar y mucho y ahí regatean los secretarios técnicos, esperemos que los reyes traigan mejoras a un equipo que, a pesar de todo, difícilmente soñó, con lo que hemos vivido, estar a estas alturas en mitad de la tabla.