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ID:	6575680El nuevo proyecto verdiblanco hace aguas por todos lados y al míster, Pepe Mel, se le ha acabado todo su crédito.

Tanto es así que tras el esperpento perpetrado por su hombres ante el Eibar la grada empezó a pedir su cabeza, consciente de que ni se ha aplicado la autoexigencia que pidió a la afición hace sólo unos meses ni es capaz de sacarle partido a una plantilla que si bien no es de Champions sí que da de sobra para no encadenar ridículos cada fin de semana.

Al madrileño ya no le quedan excusas a las que agarrarse. Sin Vicandis a los que acusar de adulterar el resultado, el Betis se bastó para autoinmolarse frente a un conjunto armero que apenas tuvo que correr un poco para firmar la mayor goleada de su historia en Primera. Una hazaña que empezaron a escribir a las primeras de cambio, con el enésimo tanto que encajan los heliopolitanos nada salir de vestuarios. Como casi siempre, la escuadra de las trece barras empezó perdiendo y, lo que es más grave, bajó inmediatamente los brazos.

Ni el hecho de jugar ante más de 33.000 almas verdiblancas provocó que el equipo sacase a relucir su vergüenza torera, limitándose a vagar sobre el césped como alma en pena, exhibiendo un encefalograma completamente plano que ejemplificaba a la perfección que, a día de hoy, se encuentra más muerto que vivo. Y su resurrección, por mucho que diga Mel, no depende única y exclusivamente de la llegada de un extremo izquierdo.

Es más, ni siquiera la inminente apertura del mercado invernal da margen al optimismo, ya que si no se acertó en verano teniendo el doble de tiempo no se va a hacer ahora, cuando los plazos se reducen a un mes y lo único que se pueden encontrar son parches para salir del paso. No obstante, está más que claro que hacen falta fichajes y que el director deportivo, Eduardo Macià, debe hacer honor por fin a todo lo bueno que se espera de él y ganarse de una vez el sueldo.

Y dentro de sus tareas en las próximas semanas también debería incluirse la búsqueda de un entrenador que afronte el reto de dirigir al Betis sin el miedo y los complejos que lleva mostrando Mel casi desde que empezó la temporada. Basta ver cómo el conjnto heliopolitano ha ido admitiendo con el paso de las jornadas su rol de equipo pequeño, dando por sentada más de una y dos derrotas antes incluso de que arrancaran los encuentros.

Ahora, la pelota está en el tejado de una directiva a la que ya no le quedan juntas que ganar, pero sí la obligación de confirmar que está a la altura de las circunstancias. Visto lo visto, el tiempo corre en contra de quien ha sido hasta el momento su paraguas, obligándole a tomar decisiones que reconduzcan el rumbo de un proyecto que comenzó lleno de una ilusión y un optimismo que a día de hoy ha desaparecido.

En sus manos queda la posibilidad de salvar el primer 'matchball' del curso. Todo lo que no sea coger tomar al toro por los cuernos irá en detrimento de un club y una afición que merecen desde hace mucho vivir experiencias bien diferentes, con la vista puesta siempre en la zona alta de la tabla. Esa era, al menos a priori, la meta que perseguía este nuevo Betis que arranca 2016 muy tocado. El tiempo dirá si también lo ha hecho ya hundido.