Una apuesta que busca dar por fin ese salto de calidad que lleva años pregonándose en la entidad y que tanto se resiste. El mayor reto que ha asumido en toda su carrera un Miguel Torrecilla al que la competición se encargará de evaluar a lo largo de la temporada, aunque nadie podrá negarle que no ha parado de trabajar y hacer las cosas a conciencia desde que llegó a Heliópolis.
La prueba de fuego para una directiva sin miedo a crecer y que empieza a convertir sus promesas en realidades, empezando a derribar, igual que ha hecho con el viejo Gol Sur, todos los miedos y complejos para poder construir con garantías el futuro. Porque solo de palabras y promesas no puede seguir viviendo una afición, ni siquiera estando acostumbrada a darlo todo a cambio de nada.
Es la hora de que, como reza la campaña de abonos, se avance única y exclusivamente con hechos, consiguiendo que la fiel infantería verdiblanca pueda hinchar el pecho de orgullo por algo más que la camiseta y el escudo. Algo a lo que ayudará el trabajo de un consejo de administración que debe luchar por desterrar todos y cada uno de los errores del pasado, el trabajo concienzudo de una dirección deportiva cuyo margen de error ha sido reducido a la mínima expresión a causa de los cometidos por sus predecesores y el hambre de un cuerpo técnico y una plantilla que entiendan que el 'Manquepierda' sólo vale tras dejar sobre el césped hasta la última gota de sudor, no para caer de cualquier manera.
La ilusión, una vez más, vuelve a estar intacta. Todo el mundo está deseando volver a creer y el listón de la exigencia se ha elevado. Parece que por fin se puede haber hallado el camino, aunque no vale con decirlo, sino que urge comprobarlo, porque cuántas veces ocurrió lo mismo y el sueño acabó convirtiéndose en espejismo...
Por eso, ahora ya no caben excusas. Esta vez debe ser la definitiva, la que marque el despegue de un Betis que, como el ave fenix, ha sabido renacer de sus cenizas para alzar de nuevo el vuelo y alcanzar el lugar que merece. Y para conseguirlo, no cabe otra que conseguir que todos remen en la misma dirección y aprieten los dientes. Nadie dice que vaya a ser fácil, pero sí que hay que dejarse la piel por lograrlo. Si no, que ni se molesten en volver a los entrenamientos, que para ver más de lo mismo siempre sobra tiempo.