Fue en enero de 2009, cuando ya expiraba el mercado invernal y el club recuperó a Ricardo Oliveira previo pago de 9 millones de euros. Un fichaje que sirvió para ganar el derbi en el Sánchez Pizjuán, pero que no pudo evitar un descenso que trajo aparejado el inicio de una etapa de apreturas económicas, constantes cambios y miles de dimes y diretes judiciales que ahora parecen haber quedado por fin atrás.
Porque tras años de absoluta austeridad, de cedidos sin opción a compra e incorporaciones a coste cero, en Heliópolis por fin se puede entrar de lleno en las pujas por los futbolistas y aguantar hasta el final. Incluso, con grandes resultados como la compra del delantero paraguayo, por la mitad de lo que ofrecía el Tottenham. Un auténtico golazo de Miguel Torrecilla, que a falta de lo que dictamine la competición está rozando el sobresaliente con su planificación.
Y es que los ocho millones que se van a pagar por Sanabria (seis de fijo y otros dos en variables) ofrecen múltiples lecturas y prácticamente todas positivas. Cierto es que se trata de una apuesta de futuro, por un futbolista que vale más por lo que se espera que por lo que ya ha ofrecido, pero también es cierto que hacía mucho que no se firmaba a un delantero que despertase tanta ilusión entre la fiel infantería verdiblanca. Sobre todo, porque no había dinero para ello.
Como tampoco existía para la obra de Gol Sur o tener medios oficiales. Definitivamente, algo está cambiando en Heliópolis. Se aspira a ser un club grande y se comienza a actuar como tal. Se intuía que habría un presupuesto mayor que el del curso pasado para firmar incorporaciones, lo que no se sabía es que fuese tanto y, sobre todo, que estuviese tan bien gestionado.
Inversiones como las de este verano habían caído en el olvido en el Betis, donde las excusas se habían convertido en la mejor aliada de direcciones deportivas que, probablemente, estaban mucho más limitadas por sus capacidades que por lo económico. Esta vez se huye de las ‘Opciones B’, se apuesta fuerte por el jugador al que se sigue y hasta se aligera en las salidas, a base de rescisiones que permitan ahorrar el dinero de los sueldos y eviten el exceso de equipaje. Y si ya se consigue colocar a Van der Vaart, será para sacar a Torrecilla bajo palio.
Aunque quizás, no sea tanto mérito del salmantino como del giro copernicano que ha dado un club que aspiraba a dar el estirón, pero que seguía atado por sus múltiples complejos y miedos. Miraba tanto hacia atrás que era incapaz de caer en la cuenta de que, visto lo visto, lo mejor siempre estaba por llegar. Conseguirlo dependía de coger el toro por los cuernos, dar un paso adelante y demostrar con hechos al resto que por fin se estaba en disposición de competir casi con cualquiera.
Ese es el principal éxito de este Betis que ya es capaz de pagar 8 millones por un fichaje, que está llenando su vestuario de jugadores jóvenes, internacionales, con capacidad de liderazgo, polivalentes y verticales para dar por fin ese salto que siempre se ha intentado dar y que nunca llegaba. Esta vez puede y debe ser la buena. Al menos, se está trabajando en serio para que así sea.