Pero el partido iba como suele ir un buen partido fuera de casa, sólidos, bien plantados y esperando la contra, los desaciertos locales, para que apareciesen los zarpasos. Y hubo varios, pero al final el protagonista de casi siempre, con elegancia futbolera, esquiva al defensa para colocar donde no llegaba el portero el primero.
Y seguía el Betis suave, esperando, con ganas de llegar al descanso pero no desesperado.
La segunda parte se le atragantó al Valencia nada más empezar, cuando tenían que salir a por todo, se encontraron al Betis a la contra, con un gol que puede significar mucho para quien no ha venido a jubilarse en un banquillo, que ha recuperado las ganas y la fuerza.
Pero tras el gol el cambio por Musonda pareció desperdigar a los nuestros, también el árbitro ayudó dejando en el campo a valencianistas con entradas cuasi criminales y penalizándolas del mismo modo que agarrones del Betis.
Los béticos perdieron el campo que tan bien tenían ganado y el Valencia, con un gran Munir, lo aprovechó con dos goles en pocos minutos.
La maldición del Betis, de nuevo, para el Betis. Se gustaba el Valencia, se perdía el equipo bético, salvaba Adán.
Pero ahí, en el planteamiento final quien peor jugó fue el Valencia, obligado a ganar en su casa ante un equipo casi vencido, pero que sacó a un combativo Zozulia que entretuvo lo suficiente a la defensa del Valencia para que en un preciso pase de Piccini marcase Rubén.
Ya deberían estar en la directiva del Betis buscando ofertas de escultores, porque con la previsión puede salir más barato y sí o sí tendrá un monumento en el Villamarín.
Para analizar esos veinte minutos tirados ante diez.
Juan Carlos Pérez