Por muchas excusas que busca y pese a que encuentre molinos contra los que pelear a cada paso, el charrúa sólo resta en un proyecto que todavía sigue sin ganarse el nombre como tal, puesto que hasta el momento apenas puede calificarse como un bandazo más de tantos.
Únicamente Torrecilla confía en que pueda darle la vuelta a la situación. Llevaba mucho tiempo esperando la oportunidad de que ambos pudiesen trabajar codo con codo y quizás eso ha despistado al salmantino, que puede que así haya olvidado que probablemente sea esa la causa de por qué su currículum ha estado preñado de éxitos hasta este momento.
Aunque si todo sigue igual, pronto tendrá que asumir un sonoro fracaso, el que se está fraguando en un Villamarín donde hay una crisis abierta desde hace semanas que nadie se anima a atajar. La dirección deportiva pide algo más de tiempo, pese a que ya no quedan reservas de paciencia para una grada a la que le volvieron a vender en verano la moto de un estirón que está lejos de hacerse realidad.
Especialmente, porque quienes tienen que buscarlo continúan mirando para otro lado. La directiva, tras ver cómo Catalán le echaba un capote a Poyet hace un par de jornadas, sigue desaparecida en combate. Da igual que se esté fuera del objetivo o que dé vergüenza ver cómo ¿juega? este equipo que aún teniendo mejores mimbres que sus anteriores versiones lo hace incluso peor que éstas.
Mientras, el tiempo sigue corriendo. Al entrenador se le ha acabado ya todo su crédito y el que ahora empieza a mermar es el de aquellos que están por encima de él; esos que prometían hace no mucho 'sólo hechos' y que ahora ni siquiera recurren a las palabras. Se sigue huyendo hacia adelante, esperando un milagro que en absoluto va a llegar si nadie se afana en buscar una solución.
El nuevo Betis se tambalea. Con tanto medio oficial, obras de Gol Sur, equipos femeninos, de baloncesto y fútbol sala se ha pasado por alto que lo único importante es que funcione lo de siempre, esa escuadra de las trece barras a la que, visto lo visto, le vuelve a quedar enorme tanto el nombre como la camiseta. Se han perdido tanto con los extras que, al final, se han olvidado de lo que de verdad es su producto.
Y tanto lo han hecho que han perdido de vista que parecen ignorar que son ellos mismos los que deben arreglarlo. Tiempo tienen de sobra para hacerlo, tanto por las 27 jornadas que quedan por disputarse como por ese parón que ahora llega como agua de mayo. Pero para hacerlo hay que moverse y tomar medidas cuanto antes, ganándose de verdad el sueldo y separando de manera eficiente la **** del grano.
Depurar responsabilidades no sólo es necesario, sino que en absoluto significaría dar un paso atrás. Es más, incluso si así lo fuera muchas veces es el único camino para echar andar por fin hacia adelante. Por eso, ¿a qué esperan? ¿qué necesitan valorar? En sus manos está tener que disculparse ahora por un error o dejar que el calendario avance y dentro de unos meses volver a pedir perdón por una nueva temporada tirada a la bäsura.