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ID:	6575853Se va 2016, el enésimo año en el que el beticismo esperaba algo grande de su equipo y, una vez más, ha tenido que conformarse con más de lo mismo. Cierto es que en estos 12 meses han cambiado muchas caras en Heliópolis, por donde han pasado cuatro entrenadores, dos presidentes, otros tantos directores deportivos y un sinfín de jugadores, aunque la decoración, pese a las miles de promesas de tiempos mejores, no ha variado demasiado.

La clasificación siempre fue más bondadosa que las sensaciones con el ambicioso proyecto que lideró Macià. Se cumplió el objetivo de la permanencia sin grandes sobresaltos (por mucho que hubiese una más que rocambolesca opción de bajar hasta la penúltima jornada) y el décimo puesto final en la tabla parecía demostrar que la plantilla no era tan mala como pareció en algunos momentos sobre el campo.

Sea como fuere, aquello no evitó una nueva revolución con cambios a todos los niveles. Desembarcaron en La Palmera Torrecilla, Poyet y una nueva remesa de futbolistas para renovar el vestuario. Se quería pensar a lo grande, hablando, aunque con cierta timidez, incluso de Europa y hasta se adornaba todo con detalles de club grande (sección de baloncesto, medios oficiales, un Gol Sur nuevo...)

La ilusión campaba de nuevo a sus anchas por Heliópolis, haciendo creer que se había aprendido de los errores del pasado y que, por fin, iba a llegar el tan esperado estirón. Pero la competición, tan bondadosa con el equipo en la 15/16, se encargó en poco tiempo de devolver al beticismo a la triste realidad.

De los muchísimos fichajes que se han hecho, casi ninguno aporta nada. Todo sigue girando en torno a los de siempre, Adán y Rubén Castro, con un incombustible Joaquín y un voluntarioso Ceballos como lugartenientes de lujo. Al margen de ellos, poco más que destacar. Sólo apariciones puntuales (Petros, Alegría, Durmisi o Sanabria) sin continuidad.

Tanto es así que a Poyet le quedó inmenso el traje de técnico verdiblanco a las primeras de cambio, algo que demostró haciéndose el 'harakiri' en cada alineación e intervención pública. Desquiciado, dejó su sitio a un Víctor Sánchez del Amo que ha aportado cordura y fortaleza en casa, pero que todavía no sabe extrapolar esa mejoría a domicilio.

Entre tanto, la Liga se encamina a su ecuador con el Betis fuera de los diez primeros puestos de la tabla, su objetivo, y tras haber dicho adiós a la Copa a las primeras de cambio y con un nuevo esperpento de por medio. Aún se puede dar la vuelta a la tortilla, pues queda tiempo, aunque en la grada cada vez queda menos paciencia y, sobre todo, confianza en que eso pueda ser posible.

Queda encomendarse a que el mercado invernal sirva para hallar soluciones a los males de un equipo en el que durante los últimos 12 meses han cambiado muchísimas cosas menos los resultados. Ojalá en 2017 la historia varíe. Por soñar, que no quede. Aunque para ello no todo depende de la ilusión, sino, especialmente, de que quienes dicen saber por fin acierten en su trabajo.