LA MAGIA DISCRETA DE MARCO ROSA
Publicado por Manuel Conradi / mayo 21, 2013 / Publicado en Historias / Ningún comentario
Marco Rosa, con el DH del Betis
Hay futbolistas para los que la suma de factores no es igual que el resultado. Los hay que rinden menos de lo que podrían o parecen rendir, los hay que más incluso de lo que se ve en el campo. El caso de Marco Rosa Blanco es de estos últimos. Es un pelotero, un ‘jugón’, un prestidigitador del balón, pero un mago discreto, que mueve los hilos del juego sin que se le note demasiado y aparece cuando menos se le espera.
Marco no es excesivamente rápido, no excesivamente fuerte, no demasiado alto y técnicamente sí es excelente pero tampoco se prodiga en virguerías, aunque puede hacerlas y las hace. De vez en cuando se marca una ruleta que deja sentados a dos contrarios, pero lo más frecuente es que sus penetraciones hacia el área rivalse sucedan como el que no quiere, dejando atrás a sus defensores sin cambios de ritmo espectaculares, simplemente tomando el camino más corto en el momento justo. Medio ofensivo o media punta, incluso cuando aparenta no participar demasiado en el juego es, si uno se fija bien, el que mueve el equipo o si hace falta marca la diferencia con sus desbordes a paso más bien tranquilo. Tiene, en definitiva, la virtud de hacer fácil lo difícil.
Pero no todo ha sido simple para él en su carrera deportiva, que empezó en el CD Nervión, pasó por el Sevilla FC para volver al Nervión y recalar el Real Betis cuando era cadete. Desde entonces, ha ido creciendo sin cesar, ganando títulos con la camiseta verdiblanca y siendo convocado para las distintas selecciones andaluzas, pese a que el gran enemigo del futbolista, las lesiones, le han perseguido con dureza.
La última, en un partido muy importante para él, el derbi de División de Honor juvenil con el Sevilla –al que llegaba con antecedentes muy goleadores– en el que un lance con Beto le mandó al dique seco cuando él era el que manejaba el encuentro. La lesión de tobillo no sólo se tradujo en varios meses de parón y la derrota en aquel partido que pudo haber tenido otra historia, sino en un vuelco para mal en la campaña del Betis juvenil que ya venía movidita con la forzada (y a la postre inútil) salida del técnico Antonio Manuel Racero Puma para dirigir al Betis B. Resultado, una mala temporada, quedándose fuera incluso de la Copa del Rey de juveniles, aun con partidos destacados como la victoria en Málaga (único equipo imbatido hasta entonces en toda la categoría) que benefició al eterno rival. Un signo de deportividad que no a todos sentó bien.
En una cantera debería ser la formación y no los resultados los que primaran, pero está claro que estos últimos influyen en la percepción sobre la posible proyección de los jóvenes futbolistas. Si a eso añadimos los conflictos personales y cismas que se han producido en la cantera bética y las nuevas directrices de la misma, que al parecer pasan por una reducción de los equipos y del número de jugadores, la incertidumbre puede afectar a muchos de estos chavales, ya que se está dando la baja a futbolistas que parecían contar como fijos a priori.
No debe ser, desde luego, el caso de Marco Rosa, quien en principio debería tener un sitio muy probablemente en el Betis B –falta por ver si en Tercera División o, como se rumorea, en Segunda B si se hace con una plaza– o quizás de nuevo en el División de Honor, ya que todavía tendría edad para ello, ya que esta temporada era juvenil de segundo año. En cualquiera de ellos, este jugón discreto seguirá haciendo disfrutar con su fútbol sencillamente mágico.
Publicado por Manuel Conradi / mayo 21, 2013 / Publicado en Historias / Ningún comentario
Marco Rosa, con el DH del Betis
Hay futbolistas para los que la suma de factores no es igual que el resultado. Los hay que rinden menos de lo que podrían o parecen rendir, los hay que más incluso de lo que se ve en el campo. El caso de Marco Rosa Blanco es de estos últimos. Es un pelotero, un ‘jugón’, un prestidigitador del balón, pero un mago discreto, que mueve los hilos del juego sin que se le note demasiado y aparece cuando menos se le espera.
Marco no es excesivamente rápido, no excesivamente fuerte, no demasiado alto y técnicamente sí es excelente pero tampoco se prodiga en virguerías, aunque puede hacerlas y las hace. De vez en cuando se marca una ruleta que deja sentados a dos contrarios, pero lo más frecuente es que sus penetraciones hacia el área rivalse sucedan como el que no quiere, dejando atrás a sus defensores sin cambios de ritmo espectaculares, simplemente tomando el camino más corto en el momento justo. Medio ofensivo o media punta, incluso cuando aparenta no participar demasiado en el juego es, si uno se fija bien, el que mueve el equipo o si hace falta marca la diferencia con sus desbordes a paso más bien tranquilo. Tiene, en definitiva, la virtud de hacer fácil lo difícil.
Pero no todo ha sido simple para él en su carrera deportiva, que empezó en el CD Nervión, pasó por el Sevilla FC para volver al Nervión y recalar el Real Betis cuando era cadete. Desde entonces, ha ido creciendo sin cesar, ganando títulos con la camiseta verdiblanca y siendo convocado para las distintas selecciones andaluzas, pese a que el gran enemigo del futbolista, las lesiones, le han perseguido con dureza.
La última, en un partido muy importante para él, el derbi de División de Honor juvenil con el Sevilla –al que llegaba con antecedentes muy goleadores– en el que un lance con Beto le mandó al dique seco cuando él era el que manejaba el encuentro. La lesión de tobillo no sólo se tradujo en varios meses de parón y la derrota en aquel partido que pudo haber tenido otra historia, sino en un vuelco para mal en la campaña del Betis juvenil que ya venía movidita con la forzada (y a la postre inútil) salida del técnico Antonio Manuel Racero Puma para dirigir al Betis B. Resultado, una mala temporada, quedándose fuera incluso de la Copa del Rey de juveniles, aun con partidos destacados como la victoria en Málaga (único equipo imbatido hasta entonces en toda la categoría) que benefició al eterno rival. Un signo de deportividad que no a todos sentó bien.
En una cantera debería ser la formación y no los resultados los que primaran, pero está claro que estos últimos influyen en la percepción sobre la posible proyección de los jóvenes futbolistas. Si a eso añadimos los conflictos personales y cismas que se han producido en la cantera bética y las nuevas directrices de la misma, que al parecer pasan por una reducción de los equipos y del número de jugadores, la incertidumbre puede afectar a muchos de estos chavales, ya que se está dando la baja a futbolistas que parecían contar como fijos a priori.
No debe ser, desde luego, el caso de Marco Rosa, quien en principio debería tener un sitio muy probablemente en el Betis B –falta por ver si en Tercera División o, como se rumorea, en Segunda B si se hace con una plaza– o quizás de nuevo en el División de Honor, ya que todavía tendría edad para ello, ya que esta temporada era juvenil de segundo año. En cualquiera de ellos, este jugón discreto seguirá haciendo disfrutar con su fútbol sencillamente mágico.