Al igual que la saga proustiana de En busca del tiempo perdido estaba compuesta de varios volúmenes tochiles, y pese a su aroma a delicatessen, a menudo de difícil digestión, de igual modo, la saga (esta vez periodística, no literaria, más quisieran) En busca del arroz perdido, que acaba de iniciar su andadura, se presupone larga (su objetivo, de hecho, es rivalizar con Santa Bárbara), bien espesa y aderezada con buenas dosis de almax para sus lectores. Os dejo aquí el primer volumen (no sé si lo habéis colgado ya por otro lao), el artículo de opinión de Empero desespero o Empero plañidero publicado hoy en el Diario de Sevilla. No tiene desperdicio, o para ser más exactos, justo lo contrario: un pin con la cara de Caparrós para quien encuentre algo potable revolviendo entre tanto desperdicio.
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El Betis, en manos de un vendedor de humo
Javier Mérida, 11-01-16
ESTE Betis no tiene ni pies ni cabeza. Lógicamente, el aserto no se refiere al equipo, sino a un club descabezado y repleto de personajes que van camino de hacer buenos a Bosch, Domínguez Platas y compañía, sin duda los dirigentes más ineptos de este ya larguísimo lustro sin Lopera al frente que tan pocas alegrías ha arrojado en verdiblanco.
Si la clientela creía mayoritariamente en el club, o eso pareció en la Junta en la que cayó derrotado el eterno aspirante Castaño, quizá sólo fuese por la figura de una persona coherente y valiente como Juan Carlos Ollero, que obró como amparo de esa bicefalia que se conforman Catalán y Haro y que se está desgastando a marchas forzadas. El episodio de ayer es una muestra más de que en el Betis, cuando se trata de fútbol, no hay quien sepa poner pies en pared y otorgar un tratamiento adecuado a las distintas crisis, ni siquiera su presidente, que ya empieza a cotizar a la baja.
No es de recibo que Mel lleve solo más de dos semanas, sin una palabra ni gesto público que lo haya respaldado. En el AVE de vuelta de Madrid, el sábado, Ollero ni se le acercó. Era la prueba evidente de que el madrileño estaba ya sentenciado. La esperpéntica y maratoniana reunión de ayer era más que nada para ver qué proponía ese vendedor de humo que atiende por Maciá y a cuya gestión se ha encomendado el Betis. No sólo ha configurado una plantilla con múltiples deficiencias, sino que ahora será el encargado de firmar a un entrenador. Mientras lo consigue, será Merino quien se coma el marrón de un derbi en Nervión con casi todo perdido y, seguramente, de dos partidos, en Villarreal y ante el Real Madrid, con difíciles digestiones. Luego arribará el nuevo técnico, seguramente con el equipo aún fuera de la zona de descenso, y le firmarán los dos o tres futbolistas que lleva meses reclamando Mel. ¿Y no era más fácil destituir a Maciá?
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Vaya en mi descargo que he aprovechado un hueco propicio entre el desayuno y el almuerzo para enviarlo, por deferencia hacia los estómagos de mis compañeros de web.
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El Betis, en manos de un vendedor de humo
Javier Mérida, 11-01-16
ESTE Betis no tiene ni pies ni cabeza. Lógicamente, el aserto no se refiere al equipo, sino a un club descabezado y repleto de personajes que van camino de hacer buenos a Bosch, Domínguez Platas y compañía, sin duda los dirigentes más ineptos de este ya larguísimo lustro sin Lopera al frente que tan pocas alegrías ha arrojado en verdiblanco.
Si la clientela creía mayoritariamente en el club, o eso pareció en la Junta en la que cayó derrotado el eterno aspirante Castaño, quizá sólo fuese por la figura de una persona coherente y valiente como Juan Carlos Ollero, que obró como amparo de esa bicefalia que se conforman Catalán y Haro y que se está desgastando a marchas forzadas. El episodio de ayer es una muestra más de que en el Betis, cuando se trata de fútbol, no hay quien sepa poner pies en pared y otorgar un tratamiento adecuado a las distintas crisis, ni siquiera su presidente, que ya empieza a cotizar a la baja.
No es de recibo que Mel lleve solo más de dos semanas, sin una palabra ni gesto público que lo haya respaldado. En el AVE de vuelta de Madrid, el sábado, Ollero ni se le acercó. Era la prueba evidente de que el madrileño estaba ya sentenciado. La esperpéntica y maratoniana reunión de ayer era más que nada para ver qué proponía ese vendedor de humo que atiende por Maciá y a cuya gestión se ha encomendado el Betis. No sólo ha configurado una plantilla con múltiples deficiencias, sino que ahora será el encargado de firmar a un entrenador. Mientras lo consigue, será Merino quien se coma el marrón de un derbi en Nervión con casi todo perdido y, seguramente, de dos partidos, en Villarreal y ante el Real Madrid, con difíciles digestiones. Luego arribará el nuevo técnico, seguramente con el equipo aún fuera de la zona de descenso, y le firmarán los dos o tres futbolistas que lleva meses reclamando Mel. ¿Y no era más fácil destituir a Maciá?
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Vaya en mi descargo que he aprovechado un hueco propicio entre el desayuno y el almuerzo para enviarlo, por deferencia hacia los estómagos de mis compañeros de web.
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