El Betis tiene un entrenador (1-1)
La novel comisión anticrisis, influida además por ese lunar negro que atiende por Maciá, puede anunciar hoy el fichaje de Juande Ramos o del sursuncorda, pero si algo tiene el Betis a día de hoy es un entrenador. Lo tenía también hace unas semanas, pero qué duda cabe que el aire fresco que Juan Merino ha llevado al vestuario heliopolitano ha obtenido un rédito impensable cuando se le concedió el banquillo a modo de inmerecido purgatorio.
Porque el linense ha convertido el marrón en un agradable regalo y ha sido capaz de dar continuidad, en Primera División y ante Villarreal y Real Madrid, al trabajo que ya desempeñara hace un año durante cuatro partidos.
La batalla de ayer no podía ser más desigual, no la de Merino contra Zidane, que también acabó siéndolo y a favor del gaditano, sino la del Betis frente al Real Madrid. Un equipo con el traje de Segunda y tres refuerzos por llamarlos de algún modo, frente a una constelación de estrellas. Un dos claro a priori en la quiniela que Merino supo revertir con astucia e insuflando en sus futbolistas el hambre que él tiene como técnico y que nace del que ya tuvo cuando defendió ese mismo escudo sobre el césped.
El Betis asomó intenso. La idea siempre la tuvo clara su entrenador. Diligencia, atención y garra para atosigar a un Madrid, el de Zidane, que por fuerza la saca jugada desde atrás. En los primeros minutos, esa presión siempre suele conceder alguna ocasión de gol y para un equipo tan limitado como el Betis marcar primero ante un coloso es casi igual de importante que no empezar perdiendo pronto como solía.
Y lo consiguió el Betis en una volea espectacular de Cejudo a los siete minutos. La contra la iniciaron por la izquierda Fabián y Rubén Castro y el disparo del canario, rechazado por Keylor Navas, lo aguantó el palaciego ante Pepe como un hombre para dejarle el balón muerto con el pecho al extremo cordobés.
Así se empezaron a cumplir las premisas necesarias para que David pudiese vencer a Goliat. Faltaba también que éste no tuviese su día y de eso se encargó por supuesto el Betis, que lo maniató con una presión rayana en lo extenuante y con una atención exquisita. Ni un solo desborde de los madridistas, con Cristiano, James e Isco anulados; ni siquiera un despiste de los béticos, muy bien posicionados, ganadores de todos los rechaces y balones sueltos. ¿Buena suerte? ¿Fruto sólo de la intensidad? ¿O tendrá algo que ver lo bien puesto que tuvo Merino a un equipo que, además, lo bordó a la hora de tirar el fuera de juego?
Un gol pronto, bien el Betis, mal el Madrid... Pero, además, se necesita fortuna y el Betis gozó de ella en la segunda mitad. Zidane adelantó a su zaga casi al mediocampo y el Betis sufrió de lo lindo. Extenuados, fueron dejando el césped prontamente Fabián y Kadir. Sus relevos, Dani Ceballos y Joaquín, en teoría más duchos para contener el balón, ni lo vieron en todo el partido. Y el Betis padeció un acoso como no se recuerda. Portillo, que a la postre entró por Cejudo, también acalambrado, al menos trenzó alguna combinación por la izquierda.
Pero fue un bocadito a la nada de un Betis acoquinado que además había encajado el empate con veinte minutos por delante. En fuera de juego de James, quien asistió a Benzema, quizá como contraprestación al penalti que a la media hora le habían birlado al francés en un pisotón del alocadísimo Petros.
Sea como fuere, el partido se había decantado para los madridistas. Merino hubiese necesitado tre cambios más, incluso se quedaría con las ganas de sacar del campo a alguno de los que habían entrado, pero ya sólo podía rezar. Eso o encomendarse a Adán, que quizá fuese la última y secreta maniobra del linense, quien desde la banda enviaba aliento a todo verdiblanco que caía por allí.
No había más. El Betis lo había dado todo y, aun así, sufrió un penalti difícil de ver sobre Dani Ceballos y Rubén Castro incluso largó un zurdazo en los estertores que podría haberle otorgado más de lo que mereció. Más, claro, tratando a los dos contendientes por igual, porque si fuese en proporción el Betis fue más Betis que nunca y el Madrid, ni mijita. Y gran parte de responsabilidad y culpa la tuvieron sus entrenadores: Merino y Zidane.
Después de la tercera línea he dejado de leer, y no por el bueno de Merino , ¿eh?
La novel comisión anticrisis, influida además por ese lunar negro que atiende por Maciá, puede anunciar hoy el fichaje de Juande Ramos o del sursuncorda, pero si algo tiene el Betis a día de hoy es un entrenador. Lo tenía también hace unas semanas, pero qué duda cabe que el aire fresco que Juan Merino ha llevado al vestuario heliopolitano ha obtenido un rédito impensable cuando se le concedió el banquillo a modo de inmerecido purgatorio.
Porque el linense ha convertido el marrón en un agradable regalo y ha sido capaz de dar continuidad, en Primera División y ante Villarreal y Real Madrid, al trabajo que ya desempeñara hace un año durante cuatro partidos.
La batalla de ayer no podía ser más desigual, no la de Merino contra Zidane, que también acabó siéndolo y a favor del gaditano, sino la del Betis frente al Real Madrid. Un equipo con el traje de Segunda y tres refuerzos por llamarlos de algún modo, frente a una constelación de estrellas. Un dos claro a priori en la quiniela que Merino supo revertir con astucia e insuflando en sus futbolistas el hambre que él tiene como técnico y que nace del que ya tuvo cuando defendió ese mismo escudo sobre el césped.
El Betis asomó intenso. La idea siempre la tuvo clara su entrenador. Diligencia, atención y garra para atosigar a un Madrid, el de Zidane, que por fuerza la saca jugada desde atrás. En los primeros minutos, esa presión siempre suele conceder alguna ocasión de gol y para un equipo tan limitado como el Betis marcar primero ante un coloso es casi igual de importante que no empezar perdiendo pronto como solía.
Y lo consiguió el Betis en una volea espectacular de Cejudo a los siete minutos. La contra la iniciaron por la izquierda Fabián y Rubén Castro y el disparo del canario, rechazado por Keylor Navas, lo aguantó el palaciego ante Pepe como un hombre para dejarle el balón muerto con el pecho al extremo cordobés.
Así se empezaron a cumplir las premisas necesarias para que David pudiese vencer a Goliat. Faltaba también que éste no tuviese su día y de eso se encargó por supuesto el Betis, que lo maniató con una presión rayana en lo extenuante y con una atención exquisita. Ni un solo desborde de los madridistas, con Cristiano, James e Isco anulados; ni siquiera un despiste de los béticos, muy bien posicionados, ganadores de todos los rechaces y balones sueltos. ¿Buena suerte? ¿Fruto sólo de la intensidad? ¿O tendrá algo que ver lo bien puesto que tuvo Merino a un equipo que, además, lo bordó a la hora de tirar el fuera de juego?
Un gol pronto, bien el Betis, mal el Madrid... Pero, además, se necesita fortuna y el Betis gozó de ella en la segunda mitad. Zidane adelantó a su zaga casi al mediocampo y el Betis sufrió de lo lindo. Extenuados, fueron dejando el césped prontamente Fabián y Kadir. Sus relevos, Dani Ceballos y Joaquín, en teoría más duchos para contener el balón, ni lo vieron en todo el partido. Y el Betis padeció un acoso como no se recuerda. Portillo, que a la postre entró por Cejudo, también acalambrado, al menos trenzó alguna combinación por la izquierda.
Pero fue un bocadito a la nada de un Betis acoquinado que además había encajado el empate con veinte minutos por delante. En fuera de juego de James, quien asistió a Benzema, quizá como contraprestación al penalti que a la media hora le habían birlado al francés en un pisotón del alocadísimo Petros.
Sea como fuere, el partido se había decantado para los madridistas. Merino hubiese necesitado tre cambios más, incluso se quedaría con las ganas de sacar del campo a alguno de los que habían entrado, pero ya sólo podía rezar. Eso o encomendarse a Adán, que quizá fuese la última y secreta maniobra del linense, quien desde la banda enviaba aliento a todo verdiblanco que caía por allí.
No había más. El Betis lo había dado todo y, aun así, sufrió un penalti difícil de ver sobre Dani Ceballos y Rubén Castro incluso largó un zurdazo en los estertores que podría haberle otorgado más de lo que mereció. Más, claro, tratando a los dos contendientes por igual, porque si fuese en proporción el Betis fue más Betis que nunca y el Madrid, ni mijita. Y gran parte de responsabilidad y culpa la tuvieron sus entrenadores: Merino y Zidane.
Después de la tercera línea he dejado de leer, y no por el bueno de Merino , ¿eh?
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