El cortijo de Lopera
RUIZ DE LOPERA HA INMERSO AL BETIS EN UNA ENORME CRISIS INSTITUCIONAL Y DEPORTIVA EL CLUB CEDE TODOS SUS DERECHOS A UNA DE LAS EMPRESAS DE LA RED DE SOCIEDADES CREADA POR SU DIRIGENTE LA AFICION SE REBELA CONTRA SU IDOLO
ANTONIO FÉLIX
SEVILLA.- Cada vez más a menudo y cada vez más voces venían advirtiendo de un trágico bucle que en el Betis lleva camino de completarse. Manuel Ruiz de Lopera, el hombre que rescató al club en 1992, lo tiene sumido ahora en una crisis de consecuencias impredecibles. Especialmente para él, ante la colosal rebelión del pueblo que durante años y años le adoró.
El estadio Manuel Ruiz de Lopera, antiguo Benito Villamarín, se ha convertido en el epicentro del clamor del beticismo, que, indefectiblemente, cada 14 días se rompe la voz para pedirle a su antiguo ídolo que le haga el favor de retirarse.
Lo increíble ha sido la magnitud de la protesta, en un entorno que, hasta hace no mucho, era completamente impermeable a la crítica. Todo un síntoma de la ruptura con los dogmas que han marcado el reinado de un Lopera cada día más aturdido, angustiado y solo.
No es raro que al ex presidente le cueste asimilar el alzamiento de la afición que, de un día para otro, le ha mandado del pedestal al barro. La gente echa en cara a Lopera que haya convertido al Betis en un organismo esclerótico, inhábil prácticamente en todas sus áreas. Y sospecha de quien pasó de benefactor mecenas a condenado por un delito fiscal en la administración del club.
Hoy arde Sevilla, se convocan manifestaciones contra Ruiz de Lopera, se le insulta en los mismos foros del Betis... La imagen parece filmada por Bertolucci. El pueblo rebelándose contra el patrón, al que ahora se le reprocha su despotismo cuando apenas cuenta con la mitad (54 %) del accionariado.
En 1992, cuando el club culminó su conversión en sociedad anónima, ninguna otra afición como la verdiblanca respondió tanto a la necesidad del Betis. Fueron los que más dieron, pero luego apenas solicitaron responsabilidades. Hasta hoy.
Ahora le piden cuentas a Lopera, intentando escarbar en la maraña de sociedades que el empresario ha urdido alrededor del club. La tonta, llama Lopera a la empresa que, en realidad, controla el Betis. Antes era Tegasa. Ahora es Encadesa. En torno a ellas, con mayores o menores participaciones, un panal de empresas. Y, al fondo, Lopera. Y su mujer, Isabel López, administradora de Frigimueble, y gente de su total confianza (Mercedes Ferraro, Teresa González, Ana Ruiz, Guillermo Molina, Enrique García), que van rotando en Tegasa, Rulosa, Incecosa...
Una concatenación de sociedades que, según Hacienda, simulaban operaciones para evadir impuestos. La investigación de este hecho provocó un tormento para Lopera, que finalmente se avino a reconocer la acusación de la Fiscalía.
«En calidad de presidente del Betis, Ruiz de Lopera concertó con Tegasa contratos de 'arrendamiento y prestación de servicios' para reducir indebidamente el pago del impuesto de sociedades [...] Ninguno de esos contratos tuvieron materialización en la práctica», narra la sentencia que en diciembre de 2005 condenó al dirigente bético.
Lopera acordó con la Fiscalía aceptar la condena y pagar cuatro millones de euros a cambio de anular la petición de cárcel.
Ya entonces había acelerado un nuevo relevo en la concesión del Betis, rompiendo el contrato con Tegasa y ejecutando uno similar con Encadesa. La tonta cambiaba de nombre. Resulta curioso cómo Lopera ha variado su discurso público en cuanto a su relación con estas empresas. Antes del juicio con Hacienda, se regodeaba por controlarlas. Durante el juicio, negó toda relación con ellas. Y, ahora, vuelve a amenazar: «Sin mis empresas, el Betis desaparece».
Lo que la investigación de Hacienda vino a desvelar, a fin de cuentas, es que Lopera se está arrendando el Betis a sí mismo. Encadesa es, según el registro mercantil, una empresa dedicada a «servicios de publicidad, relaciones públicas y similares». Fue fundada en 1999 y tiene un capital social de apenas 150.000 euros.
Esta pequeña empresa gestiona todos los derechos del Betis, lo que le supone un volumen de negocio superior a los 20 millones por temporada. El club verdiblanco le tiene cedido, sencillamente, todo. Desde los derechos televisivos, pasando por el estadio hasta los contratos de los propios jugadores. Si algún equipo, por ejemplo, quiere fichar a Sobis, Encadesa tiene la opción de retenerlo pagando la cláusula rebajada en un 10%. No es raro que el club utilice estos peculiares contratos para presionar a sus futbolistas.
Encadesa goza de un acuerdo con el Betis hasta el año 2013. A cambio, el club se garantiza «no tener nunca pérdidas». Eso, al menos, es lo que repite Lopera. La realidad es otra muy distinta. El Betis perdió hace dos años 9,6 millones de euros. El año pasado, fueron 6,7. Nadie ha cuestionado este contrato, en el que Encadesa se «compromete a abonar el 91,50%» de sus beneficios.
El ahora presidente José León anunció que, en la próxima Junta General, dirá «toda la verdad» sobre las cuentas del Betis. Como casi siempre que habla, nadie lo creyó. Un tipo peculiar este León, que está meditando presentarse a las elecciones presidenciales que Lopera ha convocado... precisamente para sustituir a León.
Elecciones especialmente peculiares. Para que el plebiscito sea válido tendrá que votar el 51% de la masa social bética. Los candidatos han de ser «solventes moralmente» y «tener prestigio bancario». No se podrá presentar el grupo crítico a Lopera, ni sus herederos, ni quienes hayan sindicado sus acciones con ellos. Las elecciones están previstas para el 7 de enero. A día de hoy, ni hay candidato ni se le espera.
Las elecciones son un ejemplo de los desesperados intentos de Lopera por dar algún golpe de efecto y librarse del acoso de sus críticos. Especialmente, de Béticos por el Villamarín, grupo comandado por el ex presidente Hugo Galera y que acaba de aglomerar el accionariado suficiente para solicitar una aditoría pública del club. Escarbar en las procelosas cuentas del Betis provocará un inevitable cataclismo. Acosado, Lopera encuentra cada vez menos apoyos en su cortijo. El pasado domingo dimitió el primero de sus consejeros, Víctor López, acusado paradójicamente por el presidente de ser «un pelota de Lopera». Es la tercera vez, en sus 72 años de vida, que José León preside el Betis. Ninguna lo hizo elegido por los socios.
El último ascenso de León se explicó en ciertos ámbitos por el intento de vender el club, dada su estrecha vinculación con el empresario Luis Portillo, al que le debe nada menos que su recuperación económica. El dueño de Inmocaral fue uno de los que más vivamente se interesó por comprar el Betis. Pero finalmente se topó contra lo que han ido chocando todas las ofertas llegadas a la calle Jabugo: la opacidad financiera del club.
La última opción con posibilidades la encabezó la constructora Sacyr Vallehermoso, y actuaba como mediador el ex presidente Juan Mauduit. Abogaba por evitar que un solo accionista controle el Betis y otorgaba a los socios un derecho a adquirir acciones. Pero Lopera anunció hace unos días que rechazaba todas las ofertas, la mayor de la cuales llegó a tasar en una increíble cifra de 100 millones de euros (en 1992, él pagó cuatro).
En cualquier caso, más allá de las sospechas económicas y del descontrol institucional, ha sido la crisis deportiva la que ha incendiado al beticismo. Todo va unido, porque la gente echa en cara que se desaprovechara el dinero de la Champions y de los traspasos de Joaquín y Oliveira (45 millones) para conformar una mejor plantilla. Cuando se dirigen al palco para protestar, por cierto, eluden a León como si no existiera y claman contra el ausente Lopera. Es evidente que si la pelota entrara, todo sería diferente. Pero es que eso es muy complicado en este Betis.
En la pretemporada, Javier Irureta se declaró «engañado». Tenía razones: no le advirtieron de los problemas con las estrellas, le hicieron fichajes sin entidad y le retrasaron los importantes -Sobis, Vogel, Odonkor y Wagner- hasta la segunda jornada. «Así no podré hacer un equipo». Diez jornadas después, su profecía se ha convertido faltamente en realidad. El Betis lleva un mes en posición de descenso e Irureta, que en Sevilla está mostrando una imagen desconocida, taciturno y malencarado, está a punto de arrojar la toalla. «Los resultados dirán si me vuelvo a pensar la dimisión», dice.
«Yo no puedo meter la pelotita», se excusa Lopera. Sin embargo, la gente le reclama: que invirtiera tan poco, que ejerza de secretario técnico, que eligiera a Irureta en lugar de a Schuster, que haya asfixiado a la cantera (aspecto especialmente dramático en caso de descenso).
La crisis es total. Y el desastre en el año del Centenario amenaza incluso con arrasar un mito. El de un Lopera que, alucinado, promete mientras baja las escaleras de su crepúsculo: «Si vuelvo a la presidencia, hago al Betis campeón de Liga». Como si nada hubiera cambiado
Informacion para los loperistas,.
RUIZ DE LOPERA HA INMERSO AL BETIS EN UNA ENORME CRISIS INSTITUCIONAL Y DEPORTIVA EL CLUB CEDE TODOS SUS DERECHOS A UNA DE LAS EMPRESAS DE LA RED DE SOCIEDADES CREADA POR SU DIRIGENTE LA AFICION SE REBELA CONTRA SU IDOLO
ANTONIO FÉLIX
SEVILLA.- Cada vez más a menudo y cada vez más voces venían advirtiendo de un trágico bucle que en el Betis lleva camino de completarse. Manuel Ruiz de Lopera, el hombre que rescató al club en 1992, lo tiene sumido ahora en una crisis de consecuencias impredecibles. Especialmente para él, ante la colosal rebelión del pueblo que durante años y años le adoró.
El estadio Manuel Ruiz de Lopera, antiguo Benito Villamarín, se ha convertido en el epicentro del clamor del beticismo, que, indefectiblemente, cada 14 días se rompe la voz para pedirle a su antiguo ídolo que le haga el favor de retirarse.
Lo increíble ha sido la magnitud de la protesta, en un entorno que, hasta hace no mucho, era completamente impermeable a la crítica. Todo un síntoma de la ruptura con los dogmas que han marcado el reinado de un Lopera cada día más aturdido, angustiado y solo.
No es raro que al ex presidente le cueste asimilar el alzamiento de la afición que, de un día para otro, le ha mandado del pedestal al barro. La gente echa en cara a Lopera que haya convertido al Betis en un organismo esclerótico, inhábil prácticamente en todas sus áreas. Y sospecha de quien pasó de benefactor mecenas a condenado por un delito fiscal en la administración del club.
Hoy arde Sevilla, se convocan manifestaciones contra Ruiz de Lopera, se le insulta en los mismos foros del Betis... La imagen parece filmada por Bertolucci. El pueblo rebelándose contra el patrón, al que ahora se le reprocha su despotismo cuando apenas cuenta con la mitad (54 %) del accionariado.
En 1992, cuando el club culminó su conversión en sociedad anónima, ninguna otra afición como la verdiblanca respondió tanto a la necesidad del Betis. Fueron los que más dieron, pero luego apenas solicitaron responsabilidades. Hasta hoy.
Ahora le piden cuentas a Lopera, intentando escarbar en la maraña de sociedades que el empresario ha urdido alrededor del club. La tonta, llama Lopera a la empresa que, en realidad, controla el Betis. Antes era Tegasa. Ahora es Encadesa. En torno a ellas, con mayores o menores participaciones, un panal de empresas. Y, al fondo, Lopera. Y su mujer, Isabel López, administradora de Frigimueble, y gente de su total confianza (Mercedes Ferraro, Teresa González, Ana Ruiz, Guillermo Molina, Enrique García), que van rotando en Tegasa, Rulosa, Incecosa...
Una concatenación de sociedades que, según Hacienda, simulaban operaciones para evadir impuestos. La investigación de este hecho provocó un tormento para Lopera, que finalmente se avino a reconocer la acusación de la Fiscalía.
«En calidad de presidente del Betis, Ruiz de Lopera concertó con Tegasa contratos de 'arrendamiento y prestación de servicios' para reducir indebidamente el pago del impuesto de sociedades [...] Ninguno de esos contratos tuvieron materialización en la práctica», narra la sentencia que en diciembre de 2005 condenó al dirigente bético.
Lopera acordó con la Fiscalía aceptar la condena y pagar cuatro millones de euros a cambio de anular la petición de cárcel.
Ya entonces había acelerado un nuevo relevo en la concesión del Betis, rompiendo el contrato con Tegasa y ejecutando uno similar con Encadesa. La tonta cambiaba de nombre. Resulta curioso cómo Lopera ha variado su discurso público en cuanto a su relación con estas empresas. Antes del juicio con Hacienda, se regodeaba por controlarlas. Durante el juicio, negó toda relación con ellas. Y, ahora, vuelve a amenazar: «Sin mis empresas, el Betis desaparece».
Lo que la investigación de Hacienda vino a desvelar, a fin de cuentas, es que Lopera se está arrendando el Betis a sí mismo. Encadesa es, según el registro mercantil, una empresa dedicada a «servicios de publicidad, relaciones públicas y similares». Fue fundada en 1999 y tiene un capital social de apenas 150.000 euros.
Esta pequeña empresa gestiona todos los derechos del Betis, lo que le supone un volumen de negocio superior a los 20 millones por temporada. El club verdiblanco le tiene cedido, sencillamente, todo. Desde los derechos televisivos, pasando por el estadio hasta los contratos de los propios jugadores. Si algún equipo, por ejemplo, quiere fichar a Sobis, Encadesa tiene la opción de retenerlo pagando la cláusula rebajada en un 10%. No es raro que el club utilice estos peculiares contratos para presionar a sus futbolistas.
Encadesa goza de un acuerdo con el Betis hasta el año 2013. A cambio, el club se garantiza «no tener nunca pérdidas». Eso, al menos, es lo que repite Lopera. La realidad es otra muy distinta. El Betis perdió hace dos años 9,6 millones de euros. El año pasado, fueron 6,7. Nadie ha cuestionado este contrato, en el que Encadesa se «compromete a abonar el 91,50%» de sus beneficios.
El ahora presidente José León anunció que, en la próxima Junta General, dirá «toda la verdad» sobre las cuentas del Betis. Como casi siempre que habla, nadie lo creyó. Un tipo peculiar este León, que está meditando presentarse a las elecciones presidenciales que Lopera ha convocado... precisamente para sustituir a León.
Elecciones especialmente peculiares. Para que el plebiscito sea válido tendrá que votar el 51% de la masa social bética. Los candidatos han de ser «solventes moralmente» y «tener prestigio bancario». No se podrá presentar el grupo crítico a Lopera, ni sus herederos, ni quienes hayan sindicado sus acciones con ellos. Las elecciones están previstas para el 7 de enero. A día de hoy, ni hay candidato ni se le espera.
Las elecciones son un ejemplo de los desesperados intentos de Lopera por dar algún golpe de efecto y librarse del acoso de sus críticos. Especialmente, de Béticos por el Villamarín, grupo comandado por el ex presidente Hugo Galera y que acaba de aglomerar el accionariado suficiente para solicitar una aditoría pública del club. Escarbar en las procelosas cuentas del Betis provocará un inevitable cataclismo. Acosado, Lopera encuentra cada vez menos apoyos en su cortijo. El pasado domingo dimitió el primero de sus consejeros, Víctor López, acusado paradójicamente por el presidente de ser «un pelota de Lopera». Es la tercera vez, en sus 72 años de vida, que José León preside el Betis. Ninguna lo hizo elegido por los socios.
El último ascenso de León se explicó en ciertos ámbitos por el intento de vender el club, dada su estrecha vinculación con el empresario Luis Portillo, al que le debe nada menos que su recuperación económica. El dueño de Inmocaral fue uno de los que más vivamente se interesó por comprar el Betis. Pero finalmente se topó contra lo que han ido chocando todas las ofertas llegadas a la calle Jabugo: la opacidad financiera del club.
La última opción con posibilidades la encabezó la constructora Sacyr Vallehermoso, y actuaba como mediador el ex presidente Juan Mauduit. Abogaba por evitar que un solo accionista controle el Betis y otorgaba a los socios un derecho a adquirir acciones. Pero Lopera anunció hace unos días que rechazaba todas las ofertas, la mayor de la cuales llegó a tasar en una increíble cifra de 100 millones de euros (en 1992, él pagó cuatro).
En cualquier caso, más allá de las sospechas económicas y del descontrol institucional, ha sido la crisis deportiva la que ha incendiado al beticismo. Todo va unido, porque la gente echa en cara que se desaprovechara el dinero de la Champions y de los traspasos de Joaquín y Oliveira (45 millones) para conformar una mejor plantilla. Cuando se dirigen al palco para protestar, por cierto, eluden a León como si no existiera y claman contra el ausente Lopera. Es evidente que si la pelota entrara, todo sería diferente. Pero es que eso es muy complicado en este Betis.
En la pretemporada, Javier Irureta se declaró «engañado». Tenía razones: no le advirtieron de los problemas con las estrellas, le hicieron fichajes sin entidad y le retrasaron los importantes -Sobis, Vogel, Odonkor y Wagner- hasta la segunda jornada. «Así no podré hacer un equipo». Diez jornadas después, su profecía se ha convertido faltamente en realidad. El Betis lleva un mes en posición de descenso e Irureta, que en Sevilla está mostrando una imagen desconocida, taciturno y malencarado, está a punto de arrojar la toalla. «Los resultados dirán si me vuelvo a pensar la dimisión», dice.
«Yo no puedo meter la pelotita», se excusa Lopera. Sin embargo, la gente le reclama: que invirtiera tan poco, que ejerza de secretario técnico, que eligiera a Irureta en lugar de a Schuster, que haya asfixiado a la cantera (aspecto especialmente dramático en caso de descenso).
La crisis es total. Y el desastre en el año del Centenario amenaza incluso con arrasar un mito. El de un Lopera que, alucinado, promete mientras baja las escaleras de su crepúsculo: «Si vuelvo a la presidencia, hago al Betis campeón de Liga». Como si nada hubiera cambiado
Informacion para los loperistas,.
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