El beticismo, en suma el Betis, le ha echado un pulso a Lopera y su victoria está bien encaminada. Mas el dorsal de la mano del que aún manda no ha tocado la mesa. Es más, puede volver a izarse a poco que la impericia y la euforia se apoderen de quienes están llamados ahora a forzar la transición hacia el Betis de siempre, el Betis maravilloso de un 15-J inolvidable.

Ese grupo que se organiza con luz y taquígrafos (la sombra en el Betis solo es él, y ya todos saben quién es él) debe andarse con prisas pero sin pausa. Su trabajo, pese a ese primer round tan exitoso, no a hecho más que comenzar. Lógicamente, no andarán solos los elegidos. La prensa informará de manera imparcial de cuanto ocurra y opinará según la objetividad más subjetiva de cada cual. La Ley no se detendrá; es más, debe acelerarse. Y los políticos están obligados a asesar y caer en la cuenta de que el fútbol es bienestar. ¿Cómo si no entender que por el mal gobierno de un club, aunque ese club se llame Betis, pueda formarse la que ayer se formó en Sevilla? Y eso que el asunto apenas atañía a media ciudad.

¿Y el resto de béticos? Ésos son los más importantes. Sin ellos no hay nada. Porque detrás de cada uno de esos sesenta mil del lunes hay muchos más. Cientos de miles que desean lo mismo, lo que todo el Betis menos uno, menos él. Y la primera medida debe ser vivir en alerta, reivindicar la protesta si ven que la mano puede levantarse y, por supuesto, no tener prisa alguna en renovar los carnés, que, por desgracia, nadie se los va a quitar. Tienen la fortuna de que el Betis los eligió a ellos y de que el lunes renegó de quien tuvo en esa mano que languidece la facultad para triunfar. Así, sin carné de momento que la Liga la fían lejana, el pulso irá mejor encaminado.

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