El Betis completa el proceso en el que dice adiós a Lopera y Oliver y culmina cumpliendo el objetivo trazado hace más de una década
Por MATEO GONZÁLEZ, 16 de febrero de 2018 9:57 h.
El Betis ha llegado a su playa de la atomización. El objetivo de tantos y tantos que quedaron por el camino o siguieron luchando hasta el final y concretado por Ángel Haro, José Miguel López Catalán y su consejo, en una gestión que será más valorada si cabe con el paso de los años por su coherencia y valentía en este proceso, por su capacidad de realizar lo que demandaba el beticismo en esta parcela y por su tesón a pesar de los contratiempos. Más de una década de granos de arena por parte de béticos conocidos y anónimos (mucho de ellos forjaron amistad a través de esta aventura bética), de actores momentáneos, traiciones, malos de película, jueces, fallecimientos, embargos, administraciones, descensos, discrepancias, alegrías momentáneas, amistades rotas y una pugna con sangre, sudor y lágrimas que ha dejado al club verdiblanco como un ejemplo de lo que aspira ser cualquier entidad hoy en día. Con un reparto mayoritario entre los pequeños accionistas y con una correlación de fuerzas que respeta el equilibrio y permite la vigilancia de los gobernantes.
Acaba un proceso en el que ha habido mucha gente importante. Que empezó con Hugo Galeracon sus compañeros de Béticos por el Villamarín y acaba también con él. Con su participación en la subasta que significa tanto, por corregir con inteligencia la posición tomada en el derecho de suscripción preferente y por su deseo de paz. Que ha tenido en Adolfo Cuéllar, Miguel Cuéllar y Pepe Tirado a tres pesos pesados sin ningún tipo de discusión, con una entrega sin límites. Los béticos tendrán que hacer justicia y reconocer a Adolfo Cuéllar su impagable tarea jurídica en todos los frentes durante tanto tiempo, bien apoyado por su hermano y con la capacidad y fortaleza de Tirado para sostener posiciones que defendieran la ansiada atomización. También Francisco Javier Rodríguez, Julián García de la Borbolla o los valientes 17 demandantes en el pleito mercantil, liderado por Javier Romero, como otras patas significativas. En todos los presidentes (Rafael Gordillo, Miguel Guillén, Manuel Domínguez Platas y Juan Carlos Ollero) y consejeros que tuvieron la valentía y el beticismo de dar el paso durante la administración judicial porque aquello era una silla eléctrica. Los recordados Juan Manuel Gómez Porrúa o Sebastián Alabanda.
Los miles de béticos que salieron el 15-J porque ese sentimiento colectivo impulsó a todos gracias a un apoyo masivo y popular que ayudó a abrir los ojos de los que aún dudaban y llenó las filas de la entonces oposición de valerosos voluntarios que iban a luchar por un Betis libre de la tiranía que sufría. El empuje, la valentía y los buenos momentos de Por Nuestro Betis con Pepe Tirado y después con Cayetano García de la Borbolla, acompañados de buenos secundarios como Óscar Pozo, Íñigo Vicente, Alfonso Fernández, José Joaquín Solís o Juan Bulnes, y con un paréntesis desastroso por una traición indeseable. El empuje de miembros de Béticos por el Villamarín como Emilio Soto, Miguel Espina, Juan Salas Tirado, Leonardo Rodríguez de la Borbolla, Manolo Serrano o Teresa Robledo. La constancia y el apoyo sin fisuras de la Fundación Heliópolis con personas siempre dispuestas como Ozgur Unay, Luis Morón, Ricardo Díaz Andrés o Álvaro Enríquez, entre tantos otros. José Rodríguez de la Borbolla y su capacidad de aglutinar voluntades. La irreductible posición de los Béticos Veteranos y el recuerdo de Alfonso Jaramillo. Así como el paso dado por referencias como los campeones del 77, Rafael Iriondo, Curro Romero, jugadores históricos como Del Sol, Portu e Isidro, además de Lorenzo Serra Ferrer, recordados eternamente en el Siempre verdiblancos de Villa Luisa. El esfuerzo de los empleados del club por soportar dos administraciones, judicial y concursal, conviviendo en un contexto complicadísimo y con gente indeseable apuntándoles. Ellos y sus familias, porque han sido años de mucha ciega hostilidad para alcanzar este fin tan positivo para el Betis. Mucha gente que se queda atrás. También gran cantidad de anónimos, gente que ha trabajado permaneciendo fuera de foco porque cada mano, cada apoyo resultó imprescindible para alcanzar el objetivo que ahora disfruta el beticismo. Y las peñas, cuya aportación fue fundamental para que esta meta pudiera superar los escollos de aquel 23 de septiembre de infarto y las pruebas posteriores.
Aquel sueño que se expresó en el hotel Macarena hace más de una década se constata como una realidad con la mayoría repartida entre los pequeños accionistas. Porque entonces el Betis estaba maniatado en la dictadura del 51 por ciento y luego vivió la pesadilla de la llegada de unos gestores más que sospechosos. Lopera y Oliver salieron, sí, con dinero, pero renunciando al valor real de las acciones y reconociendo sus culpas ante los juzgados. Ese es el triunfo de los béticos, tener en sus manos su club, que no haya amenazas foráneas como ahora se estilan en otros clubes y saber que si su fuerza ha conseguido derribar un imposible, ¿qué siguiente reto se les va a resistir?
Por MATEO GONZÁLEZ, 16 de febrero de 2018 9:57 h.
El Betis ha llegado a su playa de la atomización. El objetivo de tantos y tantos que quedaron por el camino o siguieron luchando hasta el final y concretado por Ángel Haro, José Miguel López Catalán y su consejo, en una gestión que será más valorada si cabe con el paso de los años por su coherencia y valentía en este proceso, por su capacidad de realizar lo que demandaba el beticismo en esta parcela y por su tesón a pesar de los contratiempos. Más de una década de granos de arena por parte de béticos conocidos y anónimos (mucho de ellos forjaron amistad a través de esta aventura bética), de actores momentáneos, traiciones, malos de película, jueces, fallecimientos, embargos, administraciones, descensos, discrepancias, alegrías momentáneas, amistades rotas y una pugna con sangre, sudor y lágrimas que ha dejado al club verdiblanco como un ejemplo de lo que aspira ser cualquier entidad hoy en día. Con un reparto mayoritario entre los pequeños accionistas y con una correlación de fuerzas que respeta el equilibrio y permite la vigilancia de los gobernantes.
Acaba un proceso en el que ha habido mucha gente importante. Que empezó con Hugo Galeracon sus compañeros de Béticos por el Villamarín y acaba también con él. Con su participación en la subasta que significa tanto, por corregir con inteligencia la posición tomada en el derecho de suscripción preferente y por su deseo de paz. Que ha tenido en Adolfo Cuéllar, Miguel Cuéllar y Pepe Tirado a tres pesos pesados sin ningún tipo de discusión, con una entrega sin límites. Los béticos tendrán que hacer justicia y reconocer a Adolfo Cuéllar su impagable tarea jurídica en todos los frentes durante tanto tiempo, bien apoyado por su hermano y con la capacidad y fortaleza de Tirado para sostener posiciones que defendieran la ansiada atomización. También Francisco Javier Rodríguez, Julián García de la Borbolla o los valientes 17 demandantes en el pleito mercantil, liderado por Javier Romero, como otras patas significativas. En todos los presidentes (Rafael Gordillo, Miguel Guillén, Manuel Domínguez Platas y Juan Carlos Ollero) y consejeros que tuvieron la valentía y el beticismo de dar el paso durante la administración judicial porque aquello era una silla eléctrica. Los recordados Juan Manuel Gómez Porrúa o Sebastián Alabanda.
Los miles de béticos que salieron el 15-J porque ese sentimiento colectivo impulsó a todos gracias a un apoyo masivo y popular que ayudó a abrir los ojos de los que aún dudaban y llenó las filas de la entonces oposición de valerosos voluntarios que iban a luchar por un Betis libre de la tiranía que sufría. El empuje, la valentía y los buenos momentos de Por Nuestro Betis con Pepe Tirado y después con Cayetano García de la Borbolla, acompañados de buenos secundarios como Óscar Pozo, Íñigo Vicente, Alfonso Fernández, José Joaquín Solís o Juan Bulnes, y con un paréntesis desastroso por una traición indeseable. El empuje de miembros de Béticos por el Villamarín como Emilio Soto, Miguel Espina, Juan Salas Tirado, Leonardo Rodríguez de la Borbolla, Manolo Serrano o Teresa Robledo. La constancia y el apoyo sin fisuras de la Fundación Heliópolis con personas siempre dispuestas como Ozgur Unay, Luis Morón, Ricardo Díaz Andrés o Álvaro Enríquez, entre tantos otros. José Rodríguez de la Borbolla y su capacidad de aglutinar voluntades. La irreductible posición de los Béticos Veteranos y el recuerdo de Alfonso Jaramillo. Así como el paso dado por referencias como los campeones del 77, Rafael Iriondo, Curro Romero, jugadores históricos como Del Sol, Portu e Isidro, además de Lorenzo Serra Ferrer, recordados eternamente en el Siempre verdiblancos de Villa Luisa. El esfuerzo de los empleados del club por soportar dos administraciones, judicial y concursal, conviviendo en un contexto complicadísimo y con gente indeseable apuntándoles. Ellos y sus familias, porque han sido años de mucha ciega hostilidad para alcanzar este fin tan positivo para el Betis. Mucha gente que se queda atrás. También gran cantidad de anónimos, gente que ha trabajado permaneciendo fuera de foco porque cada mano, cada apoyo resultó imprescindible para alcanzar el objetivo que ahora disfruta el beticismo. Y las peñas, cuya aportación fue fundamental para que esta meta pudiera superar los escollos de aquel 23 de septiembre de infarto y las pruebas posteriores.
Aquel sueño que se expresó en el hotel Macarena hace más de una década se constata como una realidad con la mayoría repartida entre los pequeños accionistas. Porque entonces el Betis estaba maniatado en la dictadura del 51 por ciento y luego vivió la pesadilla de la llegada de unos gestores más que sospechosos. Lopera y Oliver salieron, sí, con dinero, pero renunciando al valor real de las acciones y reconociendo sus culpas ante los juzgados. Ese es el triunfo de los béticos, tener en sus manos su club, que no haya amenazas foráneas como ahora se estilan en otros clubes y saber que si su fuerza ha conseguido derribar un imposible, ¿qué siguiente reto se les va a resistir?
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