El de los clavos en Marca

En el análisis de Cope más Sevilla un tal José Santizo ha dicho: Me han dao el Santo Rafa,me han dao el día del padre...jajjajajajjajajja me descohono!

Todo el dinero del fondo que tiene la liga para los equipos que bajan a segunda se lo están gastando por adelantado en finiquito para entrenadores. Maravilloso.
No hace falta decir que esta Semana Santa cuando este bajo el paso una de las cosas que pediré con toda mi fé es el descenso de esta chusma.

Todo el dinero del fondo que tiene la liga para los equipos que bajan a segunda se lo están gastando por adelantado en finiquito para entrenadores. Maravilloso.
No hace falta decir que esta Semana Santa cuando este bajo el paso una de las cosas que pediré con toda mi fé es el descenso de esta chusma.

Po a vé si le dan la feria y las hogueras de San Juan.

El de los clavos en Marca

El Sevilla celebró el día del Padre del único modo que este año parece que sabe hacerlo: con un abrazo para consolar. Del padre al niño pequeño que no entiende cómo sólo ve perder a ese equipo que hasta hace un cuarto de hora parecía indestructible; entre el padre ya veterano y ese hijo que ya va peinando canas. No hace falta decir nada. El abrazo es de congoja. De impotencia. De ver cómo el enfermo se está muriendo y nadie hace nada por ayudarle. Manos a los bolsillos, que al cuello parece muy descarado; y abrazo del abuelo al nieto, recordándole que en la vida todo pasa y todo llega. Que él ha visto a equipos por Nervión de todos los colores y en todas las circunstancias. Que el tiempo vuela. Tempus fugit. Para todos. Incluso para esas personas que llevan tiempo rumiando una decisión sobre el futuro del banquillo sevillista que no se atreven a tomar. Porque los resultados van haciendo la goma. Alivio en casa y vergüenza forastera. Alegría europea y bochorno en Liga. El verdadero miedo para el Sevilla debe ser la incapacidad para despegarse de la zona de peligro mientras el reloj de arena se sigue consumiendo. Llegar al tramo final en esta situación de peligro extremo, con una plantilla que hace tiempo abandonó toda esperanza de resurrección y cuyos integrantes miran al banquillo con una mezcla de incomprensión e incluso indiferencia. Hay un culpable al que señalar y no faltan los motivos para ello. Una cosa es perder por ser peor que tu rival. Otra muy distinta es regalar victorias a quien no es mejor que tú y ni siquiera ha necesitado demostrar algo para merecerlo, simplemente por el empecinamiento en ciertos aspectos del juego que no te generan ningún beneficio. El Sevilla ha cogido el camino de la autodestrucción. No sé si ya está a tiempo de evitar el desastre, aunque al menos le queda para intentarlo. Tempus fugit, miarmas.

"Cuando el equipo venía con una mejoría y una idea clara, un resultado puso todo en duda (Osasuna) y no seguimos la línea con la que hemos crecido. Si hacemos eso, si jugamos así, dependeremos de la suerte". El siempre tranquilo y reflexivo portero del Sevilla, Bono, dijo a su modo lo que es un clamor. Todo saltó por los aires en una derrota cuando el equipo pensaba en huir definitivamente de la quema. Una situación parecida a la de Getafe, pero en casa, que aún duele más. Desde ese momento las nubes negras regresaron sobre un club empeñado en sufrir bajo las decisiones de sus accionistas. El error de Jordán en el 1-0 se ha visto repetido en cada partido. No siempre ha salido cruz por los porteros que tiene la plantilla, pero no dejar de ser un regalo al adversario esa salida sevillista con pases al pivote de espaldas en una especie de triángulo sencillísimo de presionar y que encima tiene el premio de una ocasión de clara de gol si vas con todo a robar la pelota. ¡Jackpot! Claro que hay otros equipos que sacan así la pelota. A un toque. Mayor nivel y sobre todo confianza. Porque el pivote se puede girar sobre sí mismo, y hace dudar ya a su marcador en la siguiente, o porque la precisión en las combinaciones invita al rival a desistir de la idea. Comparto con Sampaoli que en el juego directo el Sevilla es un desastre. Vuelve el partido loco y, estando roto y abierto, es muy vulnerable. Sin embargo, no todo es blanco o negro. Se puede defender y contragolpear. Dejar que el contrario, fuera de casa y más necesitado, intente abrirte mientras tú le buscas las cosquillas a los espacios. Hay muchas formas de jugar al fútbol y todas valen, menos la de insistir en lo que te perjudica. Una necedad que pide calificativos más gruesos. Bono habló de anarquía. Voy más allá. Un Sevilla sin confianza ha caído en la autocomplacencia. Nos piden esto, pues esto damos. Mirada al suelo y que la bronca se la lleve otro. Este camino sólo dirige al lugar que todos ya saben.
El parón aleja la excusa del partido en tres días. Durante el viaje a Estambul no percibí dudas reales en el trabajo del entrenador. Más bien refuerzo por la semana de dos victorias en casa y felicidad por la clasificación a cuartos de la Europa League. Sufriendo lo necesario, no lo indecible. Había esperanzas en sacar el partido de Getafe, sobre todo en el cuerpo técnico. Todo se diluye demasiado pronto en este Sevilla. Castillos en el aire sin una base medio sólida. Ni mentalmente hablando. No se puede soñar con lo que no existe. Nadie sabe a ciencia cierta qué pasa por la cabeza de las personas que deciden. Sólo le tienen cierto pánico al sevillista. A su crítica descarnada. O, al menos, deberían. La gente ya no tiene ni medio pase. Se han rebasado todas las líneas de paciencia posibles. Se terminó el pedir, toca exigir. Las patadas a seguir, tras cargarse al culpable de los supuestos males del equipo, han sido una constante. El ya mejoraremos con entrenamientos en el Mundial o con los fichajes de enero ya es historia. El comodín del tiempo está más que agotado. Ya sólo queda el eternamente utilizado del público, que está cansado de ser lo único a lo que es capaz de agarrarse un equipo y club a la deriva.

Si Luis Suárez hubiese acertado ante Dmitrovic lo mismo ya no estaba Sampaoli por aquí. A alguien le toca asumir el papel de salvar al Sevilla o enterrarlo entre los múltiples errores de gestión. Hoy no toca que otra vez Monchi pida unión. Eso fue hace dos semanas. Está aquí al ladito. Y seguimos en las mismas. La inercia no ha variado. Ganar en casa con la suerte, como afirmó Bono, de cara; y perder de forma automática y vergonzosa hasta en un entrenamiento que se celebre lejos del sol sevillano. Con la primavera y las distracciones merecidas de la ciudad, el Sevilla se puede encajar en mayo con el agua al cuello. Si todo termina en un caos absoluto, mayor incluso que la imagen del equipo en el Coliseum, ya será tarde para tomar decisiones. El tiempo pasa volando. Ahora, sí. En otras categorías los minutos se convierten en días. El Sevilla está descabezado por dentro. Tocará pedir en Semana Santa por una mínima dosis de cordura para quien, por cuestiones de la vida, le toca decidir. No hay más cerca que la que arde. En el Sevilla no se mueve un varal de orgullo para pasearse por Europa. Lo negativo es que tampoco se mueve cuando la plata está ennegrecida. Qué lástima de dejadez y, más aún, cuando es consentida.

Lo de Alberto Fernández es ya de p.almero premium. Que Sampaoli no lo trajo Monchito pero tuvo que acceder.... En un intento desesperado por proteger al Lion de San Fernando, indirectamente le estás llamando Marioneta, so melón.

Es la nueva consigna de la biriprensa. Hoy en la tasca de la ser, manolito esssssigencia aguilar ha afirmado que Sampaoli no es de monchi.

Cuando ha tocado hablar del Betis se han centrado en la eliminación de Europa y de la Copa.