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Dicen que ser bético en Cataluña es algo especial. Es luchar contra muchos frentes y al mismo tiempo sentir que no se está solo. Nada solo. Pues si el Betis tuviese que dejar algún día su sitio al lado del Guadalquivir, ojalá nunca pase, seguro se convertiría en el segundo equipo de Cataluña.
Dicen que ser bético y padre en Cataluña es algo especial. Es hablar constantemente de magia, de misterio, de leyendas y de cariño a unos colores, a un lugar mítico donde se sueña estar aunque sea una peregrinación anual, aunque no sea para ver un partido, aunque sea sólo para respirar el aroma del azahar de La Palmera o perderse a solas por las calles de Heliópolis. Y todo eso transmitirlo a los hijos de sangre andaluza y espíritu catalán. Si la mezcla resulta en verde y blanco es como si se tocase mil veces el cielo.
Dicen que ser abuelo y bético es saberse responsables de haber transmitido un legado de padres a hijos y haber sabido mantener la alegría de sentir al Betis a pesar de los pesares. A pesar de sentir mil avatares negativos y uno solo positivo. De mantener ese vínculo perpétuo con aquellos béticos que emigraron y sus hijos, de sentir el sabor de Sevilla mil veces más intenso que alguien que viva cerca del Río Betis. Si el Betis es algo más que un club, que una seña de reveldía, que una fuente constante de inspiración para superar mil adversidades en buena parte se lo debemos a estos hijos, padres y abuelos verdiblancos.
Hoy hay un nuevo bético en el mundo... Nacido al lado del Villamarín y cerca de su casa, en La Llagosta. Su abuelo sueña constamente con la Sierra de Grazalema, su padre debe ser el más feliz del mundo. Su hermanito ya guarda todas y cada una de las camisetas del Betis para pasárselas como quien transmite un tesoro. Hoy otra luz verdiblanca que hace que sigamos la senda del Betis pase lo que pase ha pasado a ser una luz de esperanza. Ojalá seas la mitad de bético que tu padre, ojalá.
Felicidades Jesús
Dicen que ser bético en Cataluña es algo especial. Es luchar contra muchos frentes y al mismo tiempo sentir que no se está solo. Nada solo. Pues si el Betis tuviese que dejar algún día su sitio al lado del Guadalquivir, ojalá nunca pase, seguro se convertiría en el segundo equipo de Cataluña.
Dicen que ser bético y padre en Cataluña es algo especial. Es hablar constantemente de magia, de misterio, de leyendas y de cariño a unos colores, a un lugar mítico donde se sueña estar aunque sea una peregrinación anual, aunque no sea para ver un partido, aunque sea sólo para respirar el aroma del azahar de La Palmera o perderse a solas por las calles de Heliópolis. Y todo eso transmitirlo a los hijos de sangre andaluza y espíritu catalán. Si la mezcla resulta en verde y blanco es como si se tocase mil veces el cielo.
Dicen que ser abuelo y bético es saberse responsables de haber transmitido un legado de padres a hijos y haber sabido mantener la alegría de sentir al Betis a pesar de los pesares. A pesar de sentir mil avatares negativos y uno solo positivo. De mantener ese vínculo perpétuo con aquellos béticos que emigraron y sus hijos, de sentir el sabor de Sevilla mil veces más intenso que alguien que viva cerca del Río Betis. Si el Betis es algo más que un club, que una seña de reveldía, que una fuente constante de inspiración para superar mil adversidades en buena parte se lo debemos a estos hijos, padres y abuelos verdiblancos.
Hoy hay un nuevo bético en el mundo... Nacido al lado del Villamarín y cerca de su casa, en La Llagosta. Su abuelo sueña constamente con la Sierra de Grazalema, su padre debe ser el más feliz del mundo. Su hermanito ya guarda todas y cada una de las camisetas del Betis para pasárselas como quien transmite un tesoro. Hoy otra luz verdiblanca que hace que sigamos la senda del Betis pase lo que pase ha pasado a ser una luz de esperanza. Ojalá seas la mitad de bético que tu padre, ojalá.
Felicidades Jesús
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