Al filo de convertirse en un equipo sin esperanzas.
El presente se le nubla al Betis, que ya no quiere ni plantearse el futuro. Otra ocasión arrugada que vuela hasta la papelera. Otra comparecencia que deja una tristeza contagiosa. Una decepción añadida que resta enteros a la confianza en un equipo que ve el objetivo más lejos. Sobre todo porque se le agolpan los equipos por delante. Athletic y Real Sociedad le han superado en la tabla. Décimo, envidia la posición que no ha sabido mantener. Se cuece en sus propios errores para perpetuar una irregularidad que penaliza su transitar por LaLiga. Ocho jornadas y está en el filo de caer hacia la intrascendencia. Hacia el peligrosísimo hastío. Hasta la sensación de que cada partido puede ser una punzada de dolor. Sigue teniendo en su mano que no sea así pero es que el grupo de Setién ha dejado de ser fiable en una apuesta. Ha desesperanzado a los suyos. Anoeta era el día para agarrarse a un objetivo porque el tren de Europa ya ha pasado demasiadas veces. Estuvo vivo en el arranque, le castigó un error del colegiado y otro propio para el 1-0, Pau salvó lo que sabe, Canales empató en la segunda mitad, Tello fue sustituido cuando estaba siendo el mejor y una pérdida de balón de Lainez facilitó el contragolpe en el que Oyarzabal, a poco del final, puso el 2-1. Una derrota dolorosa que empuja a Setién y los suyos a la titánica empresa de recuperar el crédito y vencer al Villarreal, todo de una vez, este domingo en un Villamarín que pedirá cabezas.
En Anoeta pasaron muchas cosas. No todas malas. El Betis se recompuso con respecto a Vallecas. Y logró menos. El tiempo se frenó con la ocasión de Joaquín. Una internada de Jesé hizo que la pelota llegara al capitán en una posición inmejorable. Su remate a bote pronto lo desvió Rulli en una salida de balonmano. Ahí se encogió el corazón bético. Era el minuto 69. Era el 1-2. Debió serlo. La Real estaba noqueda y podía ser la puntilla. Pero el Betis perdona en las áreas rivales y recibe castigo en la propia. Ahí se quedará el lamento para siempre. Esconderá, eso sí, que Willian José o Juanmi también tuvieron las suyas. Pero para el bético siempre quedará esa en la retina. Lo que pudo ser y no fue. Un resumen de la temporada. De un año que va camino de la decepción por tantos vaivenes en la ilusión. Y con ella no se juega porque arrebatarla sólo puede generar lo que hoy siente el bético: frustración.
Cuando Oyarzabal, en el minuto 83, hizo el 1-2 se cayó el edificio bético. Otra vez. Un doloroso final para un día que debía ser para otras cuestiones. Porque el partido empezó bien. Con un grupo mandón con la pelota, invitando a Barragán y a Tello a acabar las jugadas por las bandas. Profundo y con intención, el Betis remataba y se plantaba para mirarle cara a cara a Rulli. Hasta Lo Celso andaba dando síntomas de recuperación. Sin embargo, Juanmi pinchó ese globo después de un córner regalado por Medié Jiménez en una acción entre Tello y Zaldua que el vasco impulsó fuera. Luego hubo bloqueo a Guardado en el área y remate afortunado de Juanmi que pasó entre varios para despistar a Pau. El 1-0 era injusto pero llegaba. Otra vez a remar contracorriente. A eso no se acostumbra uno.
Pau sí interviene en acciones de mérito para evitar que la distancia sea mayor porque es la Real la que toma el cetro. Tello le busca las cosquillas a Zaldua y ahí tiene un filón el Betis, que se carga de amarillas en la primera mitad entre protestas y despistes.
A los de Setién, que salen algo más entonados en la segunda parte, les falta velocidad en las transiciones para hacer daño de verdad de manera continuada. Lo consigue con un saque de banda rápido de Sidnei a Lo Celso, quien proyecta a Tello. El catalán hace bicicletas y amagos hasta que encuentra a Canales en línea de remate. Gol, empate y otro escenario. Pau mantiene la feliz perspectiva tras un error de Guardado. Demasiados ya y tan repartidos. Tello sigue ganando protagonismo y Setién sacrifica a Lo Celso y Loren para que entren Joaquín y Jesé. Son estos últimos quienes se fabrican la gran ocasión. Luego Sidnei se planta ante Rulli tras pared y rebote con Jesé mientras es agarrado por Aritz. Medié Jiménez se lava las manos señalando córner. Ahí acaba el Betis. Juanmi aprovecha otro error grueso, esta vez de Joaquín y casi marca. Tello es ahora el que da un pase horizontal imperdonable y Willian José la lanza alto cuando se cantaba el 2-1. Demasiados regalos. Y, encima, la sustitución de Tello. Otra pérdida grosera, esta vez de Lainez, y llega el gol de Oyarzabal. Ni un ataque a la deseperada vale ya para un Betis famélico de esperanza y que teme quedarse ya sin objetivos.
Mateo González.
El presente se le nubla al Betis, que ya no quiere ni plantearse el futuro. Otra ocasión arrugada que vuela hasta la papelera. Otra comparecencia que deja una tristeza contagiosa. Una decepción añadida que resta enteros a la confianza en un equipo que ve el objetivo más lejos. Sobre todo porque se le agolpan los equipos por delante. Athletic y Real Sociedad le han superado en la tabla. Décimo, envidia la posición que no ha sabido mantener. Se cuece en sus propios errores para perpetuar una irregularidad que penaliza su transitar por LaLiga. Ocho jornadas y está en el filo de caer hacia la intrascendencia. Hacia el peligrosísimo hastío. Hasta la sensación de que cada partido puede ser una punzada de dolor. Sigue teniendo en su mano que no sea así pero es que el grupo de Setién ha dejado de ser fiable en una apuesta. Ha desesperanzado a los suyos. Anoeta era el día para agarrarse a un objetivo porque el tren de Europa ya ha pasado demasiadas veces. Estuvo vivo en el arranque, le castigó un error del colegiado y otro propio para el 1-0, Pau salvó lo que sabe, Canales empató en la segunda mitad, Tello fue sustituido cuando estaba siendo el mejor y una pérdida de balón de Lainez facilitó el contragolpe en el que Oyarzabal, a poco del final, puso el 2-1. Una derrota dolorosa que empuja a Setién y los suyos a la titánica empresa de recuperar el crédito y vencer al Villarreal, todo de una vez, este domingo en un Villamarín que pedirá cabezas.
En Anoeta pasaron muchas cosas. No todas malas. El Betis se recompuso con respecto a Vallecas. Y logró menos. El tiempo se frenó con la ocasión de Joaquín. Una internada de Jesé hizo que la pelota llegara al capitán en una posición inmejorable. Su remate a bote pronto lo desvió Rulli en una salida de balonmano. Ahí se encogió el corazón bético. Era el minuto 69. Era el 1-2. Debió serlo. La Real estaba noqueda y podía ser la puntilla. Pero el Betis perdona en las áreas rivales y recibe castigo en la propia. Ahí se quedará el lamento para siempre. Esconderá, eso sí, que Willian José o Juanmi también tuvieron las suyas. Pero para el bético siempre quedará esa en la retina. Lo que pudo ser y no fue. Un resumen de la temporada. De un año que va camino de la decepción por tantos vaivenes en la ilusión. Y con ella no se juega porque arrebatarla sólo puede generar lo que hoy siente el bético: frustración.
Cuando Oyarzabal, en el minuto 83, hizo el 1-2 se cayó el edificio bético. Otra vez. Un doloroso final para un día que debía ser para otras cuestiones. Porque el partido empezó bien. Con un grupo mandón con la pelota, invitando a Barragán y a Tello a acabar las jugadas por las bandas. Profundo y con intención, el Betis remataba y se plantaba para mirarle cara a cara a Rulli. Hasta Lo Celso andaba dando síntomas de recuperación. Sin embargo, Juanmi pinchó ese globo después de un córner regalado por Medié Jiménez en una acción entre Tello y Zaldua que el vasco impulsó fuera. Luego hubo bloqueo a Guardado en el área y remate afortunado de Juanmi que pasó entre varios para despistar a Pau. El 1-0 era injusto pero llegaba. Otra vez a remar contracorriente. A eso no se acostumbra uno.
Pau sí interviene en acciones de mérito para evitar que la distancia sea mayor porque es la Real la que toma el cetro. Tello le busca las cosquillas a Zaldua y ahí tiene un filón el Betis, que se carga de amarillas en la primera mitad entre protestas y despistes.
A los de Setién, que salen algo más entonados en la segunda parte, les falta velocidad en las transiciones para hacer daño de verdad de manera continuada. Lo consigue con un saque de banda rápido de Sidnei a Lo Celso, quien proyecta a Tello. El catalán hace bicicletas y amagos hasta que encuentra a Canales en línea de remate. Gol, empate y otro escenario. Pau mantiene la feliz perspectiva tras un error de Guardado. Demasiados ya y tan repartidos. Tello sigue ganando protagonismo y Setién sacrifica a Lo Celso y Loren para que entren Joaquín y Jesé. Son estos últimos quienes se fabrican la gran ocasión. Luego Sidnei se planta ante Rulli tras pared y rebote con Jesé mientras es agarrado por Aritz. Medié Jiménez se lava las manos señalando córner. Ahí acaba el Betis. Juanmi aprovecha otro error grueso, esta vez de Joaquín y casi marca. Tello es ahora el que da un pase horizontal imperdonable y Willian José la lanza alto cuando se cantaba el 2-1. Demasiados regalos. Y, encima, la sustitución de Tello. Otra pérdida grosera, esta vez de Lainez, y llega el gol de Oyarzabal. Ni un ataque a la deseperada vale ya para un Betis famélico de esperanza y que teme quedarse ya sin objetivos.
Mateo González.
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