La pregunta cae por su propio peso: ¿qué hace aún Rubi en el banquillo del Betis? El equipo no ha ofrecido el menor síntoma saludable desde que empezó la temporada, coquetea con el descenso, zona que ya ha habitado, ha sufrido el rejonazo de perder un derbi, ha recibido manitas… Todo ello después de un verano de fichajes de relumbrón, más presupuesto que nunca –también los demás ingresan más- y una plantilla con nivel para estar más arriba.
Bloqueados. La primera razón es sencilla de entender. Los dirigentes del Betis temen equivocarse. Tienen miedo a que el equipo se meta abajo y ya no salga de ahí. Bloqueados, por ahora la vía elegida es dejarlo todo igual. Posiblemente hubieran actuado antes, casi con total seguridad la noche del Celta. Pero la bola le cayó a Fekir y hubo triunfo. Posteriormente, se visitó el Bernabéu y se logró un gran punto. Así que decisión aplazada.
Este parón es el momento, pero… Para empezar, no queda muy estético que una derrota ante el Sevilla provoque el maremágnum de cambiar de entrenador. Pero llegado el caso, hasta esta cosita fea estaba asumida en el Betis. Ocurre que ante el eterno rival los que mandan consideran que no se dio mala imagen, que el equipo dio la cara, que lo más justo hubiera sido el empate y que se produjeron varias decisiones arbitrales muy discutibles. Ni perdiendo ante el Valencia se pisaría de nuevo la zona de descenso. Así que decisión aplazada.
La plantilla. Hay setienistas declarados en la plantilla como Guardado, Canales y Joaquín, tres pesos pesados que verían con estupendos ojos la vuelta del cántabro. Pero tampoco se puede hablar de unanimidad total en el grupo. La celebración de los futbolistas en el triunfo ante el Celta, alborozados en torno al entrenador, dio que pensar. Aunque ha habido partidos muy malos, los futbolistas corren y por ahora no dejan caer al entrenador. Los dirigentes toman buena nota de este comportamiento. Así que decisión aplazada.
El dinero. Por Rubi hubo que pagar cláusula. Y firmó tres años. Habría que pagarle su despido, mayor o menor en función de que se cumplan una serie de requisitos recogidos en la ventana de salida de su contrato. Y por supuesto habría que pagarle al nuevo técnico. Aunque siempre en una situación de crisis termina llegando el acuerdo entre las partes y apareciendo el dinero para la cara nueva, tampoco sobra el cash. Eso sí, lo más caro de todo es irse a Segunda. El escenario de una estresante lucha por mantener la categoría provoca pánico en Haro y López Catalán.
La respuesta de la grada. López Catalán sólo cree en Setién. Y la grada ya dejó claro la pasada temporada que no quiere a Setién. Habría que aguantar un tirón de campeonato en caso de dar el paso. Recuerden que hubo hasta una manifestación contra el cántabro en la puerta de cristales para pedir su cabeza. El ambiente en el Villamarín se convirtió en irrespirable pese a que a principios de marzo el Betis peleaba por zona europea. Estaba a un punto del Valencia y el Sevilla. Traer a Setién tiene muchísimo de impopular. Otro factor que valoran Haro y López Catalán. Así que decisión aplazada.
La falta de un referente. El punto anterior casa con éste. Falta un hombre con autoritas futbolística para ponerse al frente de la crisis y tomar decisiones. Falta ese hombre que inspire confianza en los malos momentos, una figura que abandere un discurso coherente y maneje el temporal con cabeza fría y pulso firme. Una figura que precisamente proteja a los dirigentes de los dolores de cabeza que siempre da el fútbol. Este cúmulo de situaciones provocan que Rubi, aun con la media de puntos de Poyet, siga en el cargo… por el momento. Hay miedo a tomar la decisión y a las consecuencias que se podrían generar.
M.A. Chazarri.
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