Cambiar la historia

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Estos días, rebuscando en los cajones de mi habitación hallé por casualidad varios objetos de gran valor, no económico, sino sentimental, que me trasportaron a mi niñez. Pero entre todos ellos, uno llamó mi atención por encima del resto: la Guía Marca de la temporada 2004/05. Inundado por la nostalgia, busqué las páginas dedicadas al Betis para rememorar tiempos pasados, y encontré algo muy curioso.

Dicha Guía siempre hace un resumen de la temporada anterior de cada equipo, y en la del Betis, que había quedado noveno, rezaba lo siguiente: “Una temporada para olvidar.” Duras palabras, pero a la vez comparto que necesarias, para hacer ver que los objetivos de este club deben siempre aspirar a un poco más.

Entiendo perfectamente que esta entidad nunca ha sido muy regular en sus clasificaciones, pero apelar a ese hecho para quitar hierro a los fracasos más recientes no me parece un buen camino a seguir. Un equipo de fútbol no se puede medir por lo que ha hecho (o más bien, no ha logrado) en el pasado, sino por las barreras que puede romper para crecer en un futuro. En ese sentido, es necesario hacer una profunda reflexión sobre las veces que hemos podido crecer, pero sin haber podido dar ese paso definitivo para ello en este último siglo.

Si nos centramos en la época más reciente, en los últimos 20 años hemos terminado en 5 de ellos clasificándonos para competición europea, pero en ninguna de las anteriores a esta actual, hemos conseguido repetir al año siguiente.

Y es que al final, sin regularidad es muy difícil, por no decir imposible, hacerse un hueco en un fútbol cada vez más competitivo. Se han malgastado oportunidades de oro en las que era necesario un paso adelante para cambiar esa historia y crecer definitivamente, pero se erró en la toma de decisiones. Esos fichajes para Champions con Juanlu, Óscar López o Miguel Ángel, el no conformar una plantilla de garantías en 2013 o no cambiar de sistema de juego cuando parecía más necesario en 2018. Momentos en los que, un paso al frente hubiera supuesto conseguir sacar la cabeza del todo de la vulgaridad en la que nos hemos visto sumidos tantos años.

Y si no, pregunten al Villarreal, en mi modesta opinión, un ejemplo al que mirar para intentar inspirarse (que no copiar) de cara a una modélica gestión de un club que ha acabado con la conquista de una merecida Europa League. Y con un objetivo principal que han ido manteniendo, incluso en sus peores momentos del siglo: asentarse en Europa. Y no solo me paro en el pequeño pueblo de Vila-Real; pregunten en Getafe si alguna vez se imaginaban jugando la UEFA y visitando estadios como el Allianz Arena cuando a principios de este siglo aún no habían pisado la Primera División. O aunque nos duela, pregunten en Nervión si es posible revertir el rumbo de una institución.

Y es precisamente eso a lo que se debe aspirar ahora mismo, a convertirnos en un equipo que frecuente Europa. A batallar cada año por un puesto que asegure competición continental, sin excepción. Conseguir asentarse en este tipo de competiciones año tras año, y volver a esos tiempos en los que una novena posición era sinónimo de caos. Porque cuantos más partidos de este calibre juegue uno, más experiencia gana. Más reconocimiento adquiere. Más inercia competitiva posee. Y lo que es más importante, mayor estabilidad económica te ofrece para no tener que recurrir a vender jugadores por necesidad y poder mantener un proyecto.

Dicen que la historia es cíclica y que quien olvida su pasado está condenado a repetirlo, de eso aquí sabemos bastante, por desgracia. Pero quien aprende de él puede lograr cambiarlo todo a mejor. Por ese motivo, en esta temporada tan convulsa a nivel económico y en la que hay que lograr como sea reforzarse para tres torneos, nos encomendamos más que nunca a la figura principal (que no única) del proyecto actual, Manuel Pellegrini, quien se encuentra ante su mayor reto: conseguir cambiar el rumbo de la historia.