Recontracrónica. La lista de Don Luis

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Pues me apena que no estén los nuestros, pero tampoco me voy a poner a llorar. Luis Enrique es un entrenador que no lleva a los mejores, lleva a aquellos que cree que se adaptan a su juego, aunque estén lesionados.

No pasa nada, que llegue la selección lo más lejos posible. Al Betis le queda un regusto amargo de un partido que empezó a perderlo el domingo pasado y que nos deja un cúmulo de problemas de los que salir durante este parón de un mundial que nunca debió celebrarse en un sitio tan alejado del fútbol, salvo por el manantial de millones que hace la boca agua a los de la FIFA.

Es momento de levantar la voz por la sede del mundial, un sitio fantásticamente mal elegido podrido de dinero sobre un manto de arena del desierto.

Que se haga en diciembre es otro sinsentido que enorme, como se ha comprobado de mil formas en mil partidos repartidos por las ligas de todo el mundo. Siempre quedará la sospecha de autodescartes, de miedos a meter la pierna, de bajas curiosas y demás historias curiosas.

Será difícil ponerse en modo selección con los mantecados ya rulando por las casas, con las ausencias y presencias, con Don Luis o sin él. Pero… El fútbol es tan caprichoso que a lo mejor que sea en diciembre, pero con el calor que aquí se pasa en agosto, en un país donde se encarcela por expresar las formas de amar diferentes a lo que dictan tipejos con faldas largas, en campos de fútbol espectaculares y espectacularmente manchados de sangre de cientos de trabajadores para llegar a la inauguración en la que el peso del balón tapará todo y a todos.

Seré muy de las selecciones que imaginen las formas de reivindicar la lucha por los derechos humanos, aunque me tenga que tapar la nariz porque hayan ido allí, donde nunca debió jugarse un mundial bajo la casposa y retrógrada mezcla de dinero y edad media.