Es un día triste para el mundo del fútbol, pero, especialmente, para el beticismo. La primavera no se despide con olor a flores en Heliópolis, sino bajo un triste llanto por la pérdida de uno de los emblemas del Real Betis, Luis del Sol, quien ha sido, es y será una leyenda verdiblanca. La Avenida de La Palmera llora este domingo a una figura que quedará para la historia, grabada en una de esas trece barras.
No ha sido la mejor despedida para alguien como él. Ha vivido la última temporada de su equipo sin público en su Benito Villamarín, pero ha podido gozar de la clasificación europea y de todas las demás secciones que han honrado con orgullo el escudo del Betis en una ciudad deportiva que luce su nombre. Después de siete temporadas -divididas en dos etapas- y toda una vida siendo homenajeado por los béticos, Luis del Sol nos abandonaba a los 86 años de edad. No obstante, allá donde su alma vaya, estará teñida de los mismos colores.
Si alguien sabe lo que es sentir al Betis, puede ser él. Se despide con el «manquepierda» grabado en la sangre. Llegó al conjunto verdiblanco siendo canterano y ha defendido su camiseta tanto en Segunda División como en Primera. Ha vivido de todo con esta elástica, sumando 168 partidos y 45 tantos. Y, después de su retirada, siempre estuvo -y seguirá estando- en el Villamarín. El puesto de entrenador y secretario técnico siguieron ligándolo al beticismo y un hilo verde lo mantuvo para siempre con el corazón unido a este equipo, a su equipo.
El fútbol y el Real Betis lloran su pérdida, pero siempre sonreirán tras recordar que alguien como él ha formado parte de su historia. Luis del Sol quedará para la posteridad y la afición verdiblanca velará por él eternamente, demostrando una vez más su valor más grande: la fidelidad.