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HISTORIA DE UN RECORTE DE PRENSA (18 DE JULIO DE 1936)

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  • HISTORIA DE UN RECORTE DE PRENSA (18 DE JULIO DE 1936)

    BY DISCOBOLO

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    NOTA PREVIA: Pido a los moderadores mantengan este post aquí hasta el próximo 18 de Julio, con ocasión de los 70 AÑOS DESDE EL ARRENDAMIENTO DEL ESTADIO DE HELIÓPOLIS, que se cumplen el próximo día 16.

    Tras dicha fecha, si se considera que su lugar adecuado es el subforo de Centenario, ruego se mueva al mismo.

    70 AÑOS LLAMANDO A HELIÓPOLIS "NUESTRA CASA"... CASI NÁ...
    __________________________________________________ ________________



    Esta es una historia cualquiera, de un bético cualquiera, en un Sábado cualquiera. La historia solo tiene una particularidad: lo que cuenta sucedió realmente y el Sábado acabó por no ser un Sábado cualquiera…

    Nuestro bético cualquiera se llama Juan, pero se le puede dar el nombre que cada uno desee. Vive junto a la Plaza Nueva, está casado y tiene dos hijos. La vida no le ha tratado mal, y regenta un comercio en el centro. Hasta aquí, los datos formales, que poco interés tienen en nuestra historia. Podemos añadir que Juan es bético de viejo cuño, de los que conoció siendo niño al Balompié y a los balompedistas, muchos de los cuales siguen siendo sus amigos con el paso de los años, de los que vió el Prado antes que el Patronato, y de los que va a la mítica Tribuna del Frontón como si fuera a su segunda casa…

    En este Sábado cualquiera, Juan sale a la calle temprano. De su padre heredó dos cosas: el gusto por madrugar y el amor por el Balompié. Pero el placer de abordar la prensa a primera hora es un vicio adquirido, que aquel día tiene además un punto de urgencia… Ahí está, esto es lo que andaba buscando… en la segunda página de Deportes de la edición del ABC un anuncio a pie de página da una información que Juan esperaba como agua de Mayo: la forma de adquirir los abonos del Betis para la nueva temporada. Juan pide unas tijeras al camarero y recorta el anuncio con mimo.

    Hay una particularidad en este anuncio, que Juan ya conocía que iba a publicarse. ¿No iba a conocerlo, si en las últimas semanas no hablaban de otra cosa en la “Tertulia Bética”, de la calle Velázquez? Ayer mismo, el ABC informó de la noticia, una noticia que a juicio de Juan buena falta hacía, por mucho apego que le tenga a su asiento de la Tribuna del Frontón. La particularidad es que no es solo un anuncio de precios de abonos, sino el primer anuncio en el que el Betis puede llamar a Heliópolis por primera vez “su casa”. Lo único que lamenta Juan es no haber podido asistir al acto de la firma, pero ya le enseñarán fotos en la Tertulia. Las fotos del momento en el que el Betis Balompié adquiere el derecho de uso del Estadio de la Exposición mediante la formalización del contrato de arrendamiento con el Ayuntamiento Hispalense.

    Hay otra particularidad en el anuncio: la firma del contrato se ha producido el 16 de Julio. A Juan nada le dice esa fecha, salvo que vencía una letra que no le han pagado. Tampoco le dice nada la fecha del periódico que tiene en sus manos, a la que recurre para reseñarla en el anuncio recortado y para iniciar una carta a su hermano Luis: “18 de Julio de 1936”. Es la carta con la que espera terminar de convencer a su hermano para que vuelva a Sevilla, con una doble promesa: darle trabajo y regalarle el carnet del Betis. “Fíjate, Luis, el primer partido de Liga en nuestro nuevo estadio será el 8 de Noviembre contra el Celta, el equipo del abuelo. Y el partido contra los “vecinos”, también en nuestra casa, el 6 de Diciembre. A ver si estás aquí para entonces, para que vayamos a verlo juntos como cuando éramos niños, para que recordemos aquellos días con papá…”.

    Es pues 18 de Julio de 1936, un Sábado cualquiera en el que la mayor ilusión de Juan es el regreso de su hermano Luis, “el que vive en Zaragoza”. Pero conforme va escribiendo su carta, va notando murmullos y movimientos en la cafetería y las calles. La gente habla de la sublevación en África del día anterior, que no parece tan controlada como decían... y el Sábado deja de ser un Sábado cualquiera… A eso de las dos de la tarde, mientras Juan vuelve a casa con su carta inacabada y su recorte de prensa en el bolsillo de la chaqueta, Sevilla se pone en pie de guerra. La Sevilla roja y la Sevilla azul son un hervidero, sin saber unos ni otros que son las primeras y determinantes horas de algo que durará tres años… Todo se acelera… a las tres de la tarde Juan y su mujer ven desde la ventana como un teniente lee un bando, un bando de Guerra que firma Queipo de Llano. Pocos minutos después comienzan los primeros disparos en una Plaza Nueva que vivirá en las próximas cinco horas los momentos clave de la “batalla de Sevilla”. A partir de aquí, la confusión…



    Las siguientes horas Juan las vive como un sueño, refugiado en casa y abrazando a su familia. Oye el cañonazo sobre el cercano Edificio de Telefónica como si fuesen dirigidos contra su propia casa y reza porque no siga. Cuando nota más lejanos los cañonazos, reune valor para asomarse, y ve como la pieza apostada por los sublevados en la esquina de calle Granada esta lanzando hacia el Hotel Inglaterra y la Calle Bilbao, contra las tropas leales a la República que defienden el Gobierno Civil, situado a la espalda del Hotel… sin darse cuenta, se lleva la mano al bolsillo y palpa el recorte de prensa que tan feliz le hizo unos horas antes… “el Betis… ahí, en la calle Bilbao, está la Secretaría de mi Betis… que no le pase ná”, piensa antes de recordar que tiene cosas más importantes de las que preocuparse… doce cañonazos contará Juan…



    A las ocho, el silencio. Los defensores del Gobierno Civil se rinden y la “batalla de Sevilla” empieza a inclinarse claramente hacia los sublevados de Queipo. Y en el silencio, entre el humo y el polvo de la destrucción, una broma del destino para Juan. Tal vez una broma poco importante comparada con el sufrimiento que traerá la Guerra a tantas casas, pero no por ello menos dolorosa. Porque la Secretaría del Real Betis Balompié ha sufrido los “daños colaterales” de un proyectil lanzado desde la pieza de la Calle Granada: su fachada, puerta y ventanas han quedado destrozadas y su interior expuesto al caos del bombardeo, al humo y la pólvora.

    Días después, en la Tertulia Bética, Juan conocerá por Manolo Simó, el fiel secretario de su Betis, como a la noche un guardia se personó en su domicilio y como Simó se echó a temblar dos veces: la primera, por no saber a lo que venía y la segunda justo cuando lo supo. Cuando Manolo Simó llegó a la esquina de la calle Bilbao, recuperó lo que pudo de la infinidad de documentos que habían quedado desparramados en la calle… trozos de nuestra historia que aquel Sábado cualquiera se perdieron para siempre...



    Aquel día cualquiera cambiará todo y para todos. Y las lágrimas de Juan aquel día serán el preludio de mucho llanto. Llanto por amigos, sin distingos de colores: Por quienes se fueron para siempre, por quienes nunca más volverá a ver y por quienes tardará años en volver a encontrar.

    Por quién más llorará Juan será por Pepe Hermosa, al que durante más de diez años había visto jugar con la camiseta del Balompié, que había fundado junto a su hermano Andrés y tantos otros. Pepe, del que era un amigo entrañable y del que siempre decía que era su opuesto en cuanto a la práctica deportiva: todo un atleta, que trabajó en la Escuela de Gimnasia de Toledo, cultivó el futbol, la esgrima, el pedestrismo, la natación, el atletismo… hasta se le consideraba uno de los que había traido a España ese deporte tan raro con el balón ovalado, “rugby” creía Juan que se llamaba. La última vez que habló con él, hacía unos meses, fue para felicitarle por haber sido nombrado Presidente de la Federación Española de Atletismo. El 18 de Julio, Pepe se une a los sublevados contra la República, a los autodenominados “nacionales”, y se introduce de incógnito en el Cuartel de la Montaña de Madrid para defenderlo. Allí morirá dos días después.



    También sabrá de la muerte ese mismo día del hijo del Señor Bada, aquel que les prestaba la caseta en el Huerto de la Mariana para guardar los palos. Y años después pasará meses de angustia al saber que su amigo Andrés, el genial bético y coriano Martínez de León, de tendencias izquierdistas (su “Oselito en Rusia” fue legendario) es condenado a muerte por el régimen… aunque finalmente “solo” pase siete años en la carcel. Por suerte, Andrés saldrá de la carcel… para ilustrar la inmortal publicación de las Bodas de Oro del Real Betis Balompié… pero esa es otra historia.



    Y Juan llorará por los exiliados: Por la marcha a Méjico de Areso, Aedo, Urquiaga… aquella defensa mítica que campeonó en el 35… y especialmente de José Ignacio Mantecón Navasal, tan amigo de su hermano Luis y al que llegó a tomar mucho aprecio en su época de Presidente del Betis. El Señor Mantecón… tan implicado en la izquierda que acabará como comisario de Batallón y de Brigada en la guerra e incluso como gobernador general de Aragón en los últimos días del frente aragonés. Allá por 1932 Juan dio personalmente las gracias a Mantecón por la organización de las Bodas de Plata del Betis Balompié y por llevarlo a Primera División. Tras la guerra, Juan tendrá otro motivo más importante para darle las gracias: como secretario general del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles llevará a su hermano Luis a Méjico. Y allí, en Méjico, acabará también el Señor Mantecón, gran hombre y amigo de grandes hombres como Sánchez Mejías, Carande, Lorca, Buñuel…



    Afortunadamente, otros amigos de Juan sobrevivirán a la guerra y se quedarán en Sevilla: Pepe Varela, que servirá en el ejercito nacional y volverá a jugar tras la guerra. O Enrique Añino, balompedista de los inicios y diseñador del escudo de las trece barras. O su muy apreciado Gil Gómez Bajuelo “Discóbolo”, con el que tantas discusiones tendrá sobre política, pues estaba más bien situado en el extremo opuesto a Mantecón… no es de extrañar que chocaran…



    Pepe Hermosa, Martínez de León, Mantecón… Béticos azules, béticos rojos… (que pena de colores cuando se derrama sangre por ellos)… al menos en su día estuvieron hermanados por el verde.

    Quedaba aún alguna broma más del destino, y Juan lo supo a final de año. Sin saber porqué, había guardado en su cartera aquella carta inacabada y aquel recorte de prensa que tanto le había ilusionado aquel Sábado cualquiera. Obviamente, el futbol había pasado a un segundo plano, y ni se sabía cuando volvería a haber algo parecido a una Liga, pero para Juan la ilusión de sentarse junto a su hermano en el Gol Sur del estadio de la Exposición era una especie de tabla a la que agarrarse en los momentos tristes. Pero “la Guerra manda”. Y cuando a finales de Diciembre llega a Sevilla el primer contingente del “Corpo di Truppe Volontarie”, el famoso CTV o “camisas negras”, enviados por Mussolini para reforzar el ejercito nacional, el recorte del ABC se convertirá en un triste sarcasmo. Porque es precisamente el Estadio de la Exposición, desde el 16 de Julio el Estadio del Betis Balompié, el lugar elegido como cuartel general del CTV para iniciar la campaña de Málaga: el terreno de juego se llena de tanques y carros blindados, la pared del gol norte se derriba por completo y en el centro del terreno se levanta un paredón que es utilizado como picadero… y, tras la marcha de los italianos, para exhibiciones militares…



    Casi tres años después de aquel día, Juan podrá sentarse en la que sentía como su casa desde aquel día de Julio de 1936, desde aquel verano que trajo un largo invierno. Y lo hará con un sabor agridulce: el de la alegría de ver como el primer partido de su equipo en su hogar de Heliópolis se salda con una victoria sobre el eterno rival… y el de la inmensa tristeza de no tener a su hermano al lado…



    Así empezó la Guerra para un bético cualquiera en un Sábado cualquiera. Con un anuncio en el periódico, una carta inacabada y una secretaría destrozada. Símbolos de sueños rotos, de anhelos olvidados, de quiebras y separaciones. Símbolos de los años (muchos, demasiados) que tardó Juan en ver a su hermano Luis, exiliado en Méjico. Eso sucedería a primeros de Septiembre de 1965. Después de casi treinta años en los que Juan vería crecer a sus hijos y nacer a sus nietos. Años en los que Juan llevaría sin faltar ni un día a sus hijos (y luego a los hijos de sus hijos) a aquel Estadio de la Exposición, para ver a su Betis del alma en Segunda y en Tercera. Que quince años tan duros… y qué bético se sentía, especialmente cuando cogió el coche para ir aquel día a Utrera…



    Pero volvamos a la historia: decíamos que estamos a primeros de Septiembre de 1965. El Real Betis Balompié disputa su primer partido de la Copa de Ferias ante el Stade de Reims. Y Juan aprovecha para viajar con el equipo… para encontrarse allí con su hermano Luis, de vacaciones por Francia.

    Y aquel día, dos hombres ya casi ancianos, tan parecidos físicamente para alguien que los viera juntos, lloraron abrazados en silencio durante minutos.

    Y cuando se secaron las lágrimas, Juan sacó de su cartera –donde siempre los llevaba, ya arrugados y amarillentos- aquella carta inacabada y aquel recorte de prensa, se los entregó por fin a su hermano y empezó a contarle historias de su mujer, sus hijos, sus nietos… y por supuesto, de su Betis… de su Betis del alma.



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