Este Betis sufre un mal endémico, que parece prácticamente incurable. Sólo es capaz de dar la cara contra equipos que no son de ‘su’ Liga, mientras que no puede oponer resistencia a sus rivales de verdad. Se ha convertido en un auténtico experto en tutear a los ‘grandes’, consiguiendo victorias morales que se traducen casi siempre en derrotas reales cuando delante tiene a adversarios de su mismo nivel. Y así, lo único que puede pasar es que la escuadra de las trece barras se complique ella solita la vida.
Sobre todo, porque la clasificación es implacable y no entiende de buenas o malas imágenes, sólo de resultados. Es más, si también lo hiciese, los de Mel no sólo se habrían venido de vacío de Vallecas, sino que, incluso, tendrían que haber pagado el botín rayista con alguno de los puntos que figuran en su casillero. No en vano, es muy difícil poder jugar peor ni hacer el ridículo a ese nivel, vagando sobre el césped sin actitud ni ideas. Para eso, más hubiese valido quedarse en casa y ni viajar a la capital de España. Al menos, la maltrecha economía del club se habría visto beneficiada por el ahorro.
Otra vez el azúcar se diluyó como en agua, provocando el efecto contrario al equipo, haciendo que su juego tuviese ‘agujetas’ en lugar de evitarlas. Así, perder resulta obligatorio. Sólo hace falta que el rival se limite a hacer lo justo y aproveche sus ocasiones. Ya ha pasado muchísimas veces esta temporada. Siempre igual. Al Betis se le escapa una auténtica hemorragia de puntos no porque los contrarios sean mejores, sino porque él mismo es su peor rival.
No se puede apelar a la mala suerte, porque esa, al menos, sigue vistiendo de verdiblanco. No en vano, tras tres derrotas consecutivas, los de La Palmera siguen con un pequeño colchón de ventaja sobre el descenso, aunque si frente al Espanyol la cosa no mejora, el duelo del próximo domingo, ante el Racing de Santander, empieza a adquirir tintes de auténtica final.
Consciente de ello, desde el club se vuelve a apelar a la afición, esa que nunca falla, para que dé aliento y convierta el Villamarín en una auténtica olla a presión en esos dos partidos. A buen seguro que la fiel infantería heliopolitana responderá con creces. Pero ellos no tienen que marcar los goles, sino los onces ‘fantasmas’ que comparecieron con la elástica de las trece barras sobre el césped de Vallecas y que deben volver a la vida si no quieren descender de nuevo al ‘infierno’.
Porque, a estas alturas de la temporada, arreglar cosas es poco menos que imposible. Si el equipo se cae cada vez que le dedican elogios, habrá que tirar de fusta y mano dura, a fin de evitar relajaciones como las que se han sufrido tantísimas veces esta temporada. Es la hora de apretar los dientes y tirar de ‘testiculina’. Quien no esté dispuesto a hacerlo o a entenderlo, mejor que se quede en casa.
Y es que sólo el Betis puede sacar al propio Betis del lío en el que se está metiendo. Manos y gargantas para ayudarle, no le faltan. Pero así sólo no se consigue nada. Son los que visten de verdiblanco los que deben remangarse más que nadie y poner sobre el terreno de juego todo lo que tengan, sin reservas. Porque plantarle cara al Real Madrid o el Barça es muy bonito, pero como no se aprieten los machos y pongan fin a esta dinámica, todos vamos a tener que volver a esperar mucho tiempo para que se les presente una nueva oportunidad para que lo hagan.
J. Julián Fernández
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Remangarse o sufrir
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