El domingo, a dos semanas de que arranque la Liga, el Betis sufrió ante el Hoffenheim su primera derrota de la pretemporada. Los verdiblancos cayeron por 2-1 ante un cuadro germano que tampoco hizo demasiado, sólo esperar y aprovechar los errores de un rival al que sus propias carencias terminaron por tumbarlo, incluso pese a que, por ocasiones, mereció tener mejor suerte.
Porque los heliopolitanos volvieron a dejar claro que sin Rubén Castro no ven portería con claridad. Cierto es que a Pereira se le ve hiperactivo y muy metido, que Molina está completando un buen verano y que, incluso, gente como Pozuelo o Campbell tienen mucho margen de mejora. Pero, a fin de cuentas, el gol sigue siendo monopolio del canario. De hecho, los datos así lo demuestran. Lleva 10 tantos y, en el último amistoso, jugó apenas 18 minutos, ‘mojando’ y mandando un balón a los dos palos. Ante esto, cualquier comparación con el resto siempre resultará más que odiosa.
Aunque hay otro detalle si cabe algo más preocupante: que han vuelto las lagunas atrás. No en vano, los dos tantos del Hoffenheim vinieron por imprecisiones de la zaga, la segunda de ellas de un Fabricio al que las manos se le ablandaron demasiado. Hay que tener en cuenta que ambos llegaron con los teóricos suplentes sobre el césped, aunque eso, lejos de tranquilizar, lo que hace es echar más leña al fuego, porque demuestra que, de momento, no hay relevos que ofrezcan las mismas garantías para los Nelson, Dorado, Paulao y Nacho. Y si a eso se le une que el único que no ha tenido minutos es Mario, cuya facilidad para caer lesionado es digna de estudio…
No se trata de alarmismo, porque queda tiempo por delante para mejorar e, incluso, hacer fichajes que apuntalen esa parcela. De hecho, Stosic se está moviendo en busca de ellos, aunque la difícil situación económica del club no permite hacer muchos alardes. Pero los duelos ante rivales de nivel han llegado, demostrando cuáles son las carencias que tiene una escuadra de las trece barras que sufre más de lo deseado cuando no están sus indiscutibles sobre el terreno de juego, sobre todo atrás.
Y eso, obviamente, redunda también en la elección del sistema de juego, obligando a usar un 4-4-2 clásico ya no sólo para aprovechar los extremos puros que han llegado a La Palmera, sino también para evitar que los laterales tengan que cubrir más espacio del estrictamente necesario, dejando atrás todas sus vergüenzas al aire. Porque, como ha dicho Mel, el equipo no puede sufrir tantísimo cada vez que le juegan al contragolpe.
Así, como cada verano a estas alturas, queda trabajo por hacer para apuntalar un conjunto que, pese a todo, tiene muy buena pinta, pero al que aún hay que pulir un poco más. Tiempo queda para hacerlo. Todo es que el míster de con la tecla y la plantilla tome conciencia. Mimbres hay de sobra como para no pasar apuros, pero, para lograr el objetivo, también es necesario arreglar las fisuras que podrían provocar contratiempos.
J. Julián Fernández
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Otra vez las lagunas atrás
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