De todos es sabido que cuando uno cambia de franja horaria el cuerpo se resiente, siendo incapaz de ofrecer el mismo rendimiento. Según sea de pronunciada esta modificación, tanto más pesarán las piernas y el cansancio irá ganando la partida, pudiendo provocar que, durante un tiempo, la víctima de tales efectos quede, prácticamente, fuera de combate.

Y eso, precisamente, es lo que parece haberle ocurrido al Betis. Porque ha sido que el campeonato cambie de vuelta y, casi por arte de magia, el equipo no puede con su alma. El último ejemplo de ello, en el Vicente Calderón, donde los pupilos de Pepe Mel llegaron a poner las cosas difíciles sólo a los que trabajaban haciendo el resumen del partido, que tuvieron que rebuscar de lo lindo para encontrar alguna jugada suya de peligro. Eso y caer en las provocaciones de un Diego Costa al que la permisividad de los árbitros le dejan sacar de quicio a cualquiera hicieron el resto.

Parece como si aquel conjunto que tan buenas sensaciones dio durante la primera vuelta estuviese dormido, como si le faltasen oxígeno y horas de sueño. Poco queda de aquella frescura que tenía en su juego, de esa velocidad al contragolpe y, sobre todo, la pegada que le hizo colocarse en la tabla como uno de los primeros de los ‘mortales’. Cierto es que las aspiraciones europeas siguen intactas, pero tampoco lo es menos que se han dejado escapar en estas tres jornadas varias oportunidades de oro para acomodarse como invitado de excepción en el póker de cabeza.

Mientras, la clasificación se va comprimiendo y el vestuario da muestras de tener demasiado cansancio en el cuerpo. Cuentan desde el cuerpo técnico que era algo previsible, casi programado, aunque no resulta del todo convincente. Ni siquiera cuando la estadística revela que los equipos de Mel casi siempre comienzan así las segundas vueltas. Sobre todo, porque el descenso de energías resulta demasiado generalizado en el vestuario, llegando incluso a afectar a gente que nunca falla, como Rubén Castro.

Sólo queda esperar que el regreso de los lesionados dé la razón a aquellos que defienden que todo se debe a las bajas, pese a que muchos tienen en mente que se podía haber hecho algún que otro esfuerzo más en el mercado invernal para evitarlo. Sea como fuera, ahora resulta fundamental que el equipo reaccione, que se adapte por completo a esta nueva fase del campeonato en la que tiene que volver por sus fueros para hacer realidad todo lo que apuntó durante la primera vuelta.

Porque, si pese a todo, Europa sigue al alcance de la mano, qué menos que apretarse los machos, sacar fuerzas de flaqueza y demostrar el movimiento sumando. Ante el Valladolid, con más de una semana de descanso, sólo cabe aclimatarse a unas exigencias que sólo han cambiado por lo bien que se han ido haciendo las cosas hasta ahora, trayendo consigo que aspirar a algo más que la permanencia resulta obligado. Pero, para ello, hay que dejar atrás cuanto antes este peculiar ‘jet lag’ que dura demasiado.

J. Julián Fernández