Sin ir más lejos, el año pasado fue el fichaje de Nosa el que tuvo el dudoso honor de entrar en esta categoría, con unas negociaciones interminables, que llegaron a romperse oficialmente por la directiva verdiblanca y que, finalmente, acabaron llegando a buen puerto cuando el mercado estival encaraba su recta definitiva.
Y en este 2013, para no ser menos, Guillermo Sara se ha convertido en el protagonista de otra historia rocambolesca y que, afortunadamente para él y la escuadra de las trece barras, ha tenido un final feliz. Aunque por momentos todo pareció complicarse sobremanera. Sobre todo, porque su club de origen, el Atlético Rafaela, presionó de lo lindo desde el primer instante para hacer caja con él.
Así, puso sobre la mesa supuestas ofertas del eterno rival que jamás existieron, pasando después a poner unas exigencias económicas a las que no quisieron plegarse en La Palmera.
No obstante, la idea de hacerse con uno de los metas más prometedores de Argentina obligó a Stosic y los suyos a buscar un acuerdo que pareció llegar por valor de 800.000 euros y teniendo como botín el 80 por ciento del pase del jugador. Con esas premisas básicas, el propio cancerbero llegó a Sevilla para pasar reconocimiento médico, lo que hacía presagiar que la historia acabaría de manera inminente, cuando lo cierto es que los problemas se dispararon a partir de entonces, cambiando el culpable de todo según el club al que se le consulte.
Porque para el Betis todo se complicó porque el Atlético Rafaela pidió el dinero al contado, algo que bloqueó la operación, ya que en Heliópolis se querían fraccionar los pagos. Mientras, al otro lado del charco se dice que fue la escuadra de las trece barras la que, una vez vistos los resultados de la revisión a la que se sometió el arquero, atisbó algo raro que le hizo cambiar su intención de hacerse con él en propiedad por una cesión.
Sea como fuere, lo cierto es que el futuro de Guillermo Sara se mantuvo en el aire durante días, con la afición pendiente de novedades que llegaban a cuentagotas y la paciencia de Mel echando horas extra, puesto que a poco más de un mes para que arrancase la competición oficial sólo contaba con un portero en la plantilla, Andersen.
Afortunadamente, todo se resolvió logrando que el portero vistiese de verdiblanco hasta junio, a cambio de 250.000 euros y con una opción de compra por un millón.
Pero, más allá de la incorporación, lo que se consiguió con ese trato fue desbloquear una operación que había paralizado en gran medida una planificación deportiva que marchaba a buen ritmo en La Palmera.
De hecho, sólo hay que tener en cuenta que pocas horas después de cerrarse el acuerdo por el argentino se consiguió la prórroga de la cesión de Juan Carlos por un año y, en apenas un par de días, se han logrado avances más que significativos para las incorporaciones de Steinhofer y Didac.
Todo gracias a que, tras darle demasiadas vueltas, por fin se asistió al desenlace de un culebrón estival que cada año, aunque con protagonistas diferentes, suele tener en vilo a los seguidores verdiblancos.
Esta vez, al menos, queda el consuelo de que la historia se ha desarrollado antes de lo habitual y con tiempo suficiente para, en caso de no haber llegado a buen puerto, buscar recambios por otro lado. Aunque no ha hecho falta, puesto que se ha podido disfrutar de un final feliz, despejando de camino la confección de una plantilla que vuelve al sendero que nunca debió abandonar. Quizás, porque se ha talado ese árbol que impedía ver el resto del bosque.
J. Julián Fernández