Imagen del derbi de la temporada pasadaEn un derbi no caben las medias tintas, puesto que son encuentros en los que solo vale ganar.

Sobre todo, cuando, como le ocurre al Betis, las buenas sensaciones no bastan para abandonar un farolillo rojo que únicamente se puede dejar atrás si se empiezan a sumar puntos de tres en tres. Y para ello, nada sería mejor que iniciar esa reacción en casa del eterno rival, ganando de paso la moral suficiente para afrontar un nuevo tramo del calendario que traerá bajo el brazo ocho duelos oficiales hasta el parón de Navidad.

Por tanto, la visita al Sánchez Pizjuán es prácticamente una ‘final’ para los pupilos de Pepe Mel, que de vencer darían un importantísimo paso adelante en su difícil camino hacia la tranquilidad, pero que, en caso de hincar la rodilla, verían cómo las cosas se continúan complicando hasta límites insospechados. Una situación de la que es plenamente consciente el míster heliopolitano, que aislará a los suyos en los días previos al clásico hispalense, intentando que de este modo estén al 200 por cien el domingo.

De igual modo, el vestuario asume el reto y está dispuesto a dejar definitivamente atrás a todos los fantasmas, buscando un triunfo que aporte calma y una alegría más que merecida a la afición. Para ello, todos se encomiendan a un Rubén Castro al que tantísimo se le ha echado de menos en lo que llevamos de campeonato y que quiere confirmar, en el mejor escenario posible, que por fin está absolutamente recuperado de sus problemas físicos.

Él es el único de esta plantilla que ha marcado en territorio blanquirrojo con la elástica de las trece barras y ahora buscará repetir con la idea de acercar un triunfo vital para el equipo.

Porque es ‘vox populi’ que la importancia del derbi más allá de los tres puntos en juego, máxime cuando además de la supremacía futbolística en la ciudad está también sobre la mesa la posibilidad de comenzar a respirar y abandonar los ‘bajos fondos’ de la tabla. Con ello, el único resultado que tiene validez es la victoria, un reto para el que habrá que luchar con uñas y dientes al máximo, dándolo todo en terreno hostil y a sabiendas de que el rival, que tampoco está para tirar cohetes, no va a regalar nada.

Llega, por tanto, el momento de dar la cara, de traducir las buenas sensaciones en resultados y, como decía el clásico, ganar como sea, por lo civil o por lo criminal. De nada habrá servido la mejoría ofrecida en los últimos duelos si no se acaba la semana con tres puntos más en el casillero. Resulta obligatorio rescatar ese aspecto tan propio de la idiosincrasia verdiblanca en el que siempre se da la cara cuando peor pintan las cosas, incluso en un Sánchez Pizjuán que se visitará como colista.

Ya no caben excusas. Aunque queda mucha temporada por delante, casi se trata de vencer o morir, de dar alas al nuevo proyecto o colocarle una losa más sobre su espalda que, prácticamente, le impida remontar el vuelo. No vale con plantar cara, hay que comenzar a conseguir resultados. Solo así seguirá teniendo validez esa profecía de Mel que decía que el equipo estará fuera de descenso al final de la primera vuelta. Para ello, Nervión debe ser el kilómetro cero de esta nueva etapa del camino en la que, de una vez por todas, el movimiento debe demostrarse andando.

J. Julián Fernández