Ni el Almería duda de que se llevaron la victoria casi sin buscarla, con un gol de rebote en Paulao que desvía el balón lo suficiente para hacer blanco de las iras durante toda la noche a un Sara que no estuvo mal, pero que es víctima de las circunstancias.
Se intentó, y no entró el balón, la puñetera pelotita que hace de bálsamo o muestra carencias. Y esta temporada está mostrando un Betis desarmado y atado de pies y manos por una mezcla de soluciones que no han solucionado nada de nada.
Y cuando uno emboca el camino a la calle hay algo que te para, los jugadores siguen en el medio del terreno de juego, su entrenador les dice que de ahí no se mueve nadie, incluso Amaya sale de preferencia y se une al grupo. Pitos, muchos pitos, gritos de desaprobación que los jugadores aguantan como un chaparrón de agua helada. Ni se mueve ni uno, y los béticos, en ese resumen de lo que es la afición, traduce su indignación en gritos de "Betis Betis" y "Sí se puede". Garrido tenía que enseñarles el espejo donde la afición quiere reflejarse, en sus jugadores, que no sea un pitido final y hasta siempre, sino que para sacar al Betis del tremendo pozo donde nos hemos metido hay que mirar arriba y tirar de la cuerda, y tienen que tirar todos.
Pero echo de menos que esa escena se produzca otra vez, pero en esta ocasión no con jugadores, sino con nuestro consejo de administración, que bajen de su torre de cristal al centro del campo del Betis junto con los profesionales que "profesionan" por las áreas que hacen aguas e incluso las que no, para que se lleven su particular lluvia helada de una afición que es capaz de animarse y animar, de reconvertir su desencanto en gritos de ánimo, que es capaz de hacer cosas, muchas cosas. Tantas como facilitar que existan como consejo de administración del Real Betis, una responsabilidad muy grande, esperemos que no demasiado grande.