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ID:	6574833Viene el Rubín en una eliminatoria de UEFA, viene a disfrutar de una afición peleada consigo misma, confusa por no saber qué defender, si al escudo, siempre, o a su propia angustia.

Es difícil estar en desacuerdo con las voces que claman por dejar vacío el campo del Betis, el Benito Villamarín, el próximo jueves, incluso es muy difícil porque de alguna forma los béticos hemos perdido una oportunidad de oro, un momento único en la historia del club en el que se pudo acercar más que nunca el Betis a los béticos desde que las puñeteras sociedades anónimas deportivas sesgaron el papel de los aficionados convirtiéndolos en clientes de los caprichos de mandamases reconvertidos en semidioses de mentira.

Es difícil porque aunque el Betis lleve tres años subiendo, la bajada ha sido brutal, provocada por dejar morir de hambre su alma deportiva mientras las despensas estaban llenas de aportaciones de los béticos. Cubrir la parte de la deuda a costa de triturar lo que de verdad acaba con la deuda ha reventado la ilusión de los béticos, ya sea por acción u omisión.
Cada uno lo ha visto mucho antes o mucho después, es difícil poner de acuerdo en el cuándo y en el porqué de esta situación, pero no cabe duda que en el fracaso estamos metidos todos, aunque ahora es más fácil decir eso de "vaya, ha perdido tu Betis" cuando hasta hace poco te decían "hemos ganado" o cosas parecidas. De plural al singular, el fracaso va desmarcando a todos.

Y lo mismo que entiendo y muy bien lo de no asistir al próximo partido he entendido a los béticos que han seguido viajando para encontrar a su Betis, que han seguido animando para levantarlo, que han querido sacar un cántico tras una goleada en contra. Que no les quite nadie su mérito, que nadie les reproche que así quieran al Betis, que nadie les diga ni *******s ni leches. Querían y quieren entrar en comunión con el Betis, pero ha sido imposible. De eso se han aprovechado y siempre se podrán aprovechar los que arriba estén.

Nos vamos a segunda, demasiado pronto, con demasiado tiempo para masticar un amargo bocado, un descenso que llega en avalancha, llevándose por delante muchas cosas, la mayoría buenas, porque las malas lo han provocado.

La Recontracrónica