El poderoso Atlético Madrid venció en el Benito Villamarín a un conjunto verdiblanco que llegaba mermado tras el intenso derbi europeo de tres días antes. Previsible el resultado, aunque no lo fue tanto la manera en la que se produjo.
No lo fue porque los heliopolitanos compitieron con los de Simeone durante 55 minutos. Meritorio con los condicionantes señalados y, especialmente, porque el Betis lo hizo desde la intensidad y la fuerza. Llamativo que los de Calderón pelearan precisamente con el ahora líder con sus mejores armas, las señas de identidad que le definen, la batalla física y el orden.
En esa actitud bética hay mucha mano de su entrenador. El argentino ha insuflado al equipo un orgullo e intensidad que contrastan poderosamente con lo que hacía su antecesor en el banquillo. Honores para Calderón, al que con la misma justicia hay que extrañar algunas decisiones. La colocación de Amaya en el lateral derecho de nuevo, la suplencia de Rubén Castro o el no haber anticipado la segunda amarilla de Braian Rodríguez.
Cuestiones discutibles que abren un debate de más recorrido sobre la conveniencia o no de la continuidad de Calderón en el banquillo verdiblanco la temporada que viene. En cualquier caso, con el paso de tres técnicos en esta temporada, es más que evidente que el problema no se trata tanto de un asunto de entrenadores, como de la errónea planificación de la plantilla.
De vuelta al partido contra el Atlético de Madrid, el Betis duró 55 minutos. El tiempo en el que tres circunstancias adversas lo tumbaron. El balón al palo de Juan Carlos con 0-0, la expulsión de Braian Rodríguez y el gol de Gabi para los madrileños. Tres pasajes que apenas transcurren en diez minutos y que son definitivos para que luego sobrara la media hora posterior.
Paradójico que el Betis de esta última semana cayera al precipicio en las dos ocasiones ante momentos decisivos. Lo hizo ante el Sevilla en la tanda final de los penaltis -después de igualar durante 210 minutos frente a un rival que anda en otras peleas clasificatorias- y lo repitió contra el líder de la Liga en esos diez minutos claves.
Compitió las dos veces, cayó en los momentos decisivos igualmente. Seguramente sintomático.
Poco que reprochar en el balón al palo de Juan Carlos con la derecha, cuestión de puntería. Sí es evitable la expulsión de Braian Rodríguez por parte del propio jugador. Se pudo ahorrar la entrada para la primera amarilla, como la absurda mano en el mediocampo de la segunda. Llueve sobre mojado con estas situaciones de futbolistas del Betis. Perquis, Chica, Nono, Paulao... también dejaron al equipo con diez por errores.
Correcta la decisión arbitral sobre la doble amarilla a Braian, contrasta con la mano no sancionada con amarilla a Mario. Doble rasero de un Estrada Fernández sibilino en su desempeño. Hay que reconocer en justicia también el gol legal anulado a Diego Costa en la primera mitad. En cualquier caso, no está siendo precisamente beneficiado el Betis con los colegiados.
Relatos de unas circunstancias que, eso sí, mal haría el Betis en utilizar como excusas únicas. El partido ante el Atlético Madrid no hace más que hurgar en una herida abierta desde el pasado mes de julio. Unas veces dejada, otras tratada con erróneos remedios para curarla, el caso es que la herida viene de lejos. No es un equipo que se haya caído en un mes determinado, como en anteriores descensos.
Javier Carbonero